CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

domingo, 31 de julio de 2011

ANDRÉS MARÍN Y ESTEVAN (1843-1896): ALCALDE DE TERUEL (V)

Grabado de Miranda. Ciudad de Teruel en el año 1866.
Como hemos dicho, tras la muerte de Gayarre, Marín se retiró definitivamente de la escena y se refugió en Teruel, donde en ocasiones subía al coro de la catedral para recordar viejos tiempos, poner a prueba sus facultades de cantante y regalar su voz a sus paisanos, que lo escuchaban con veneración y cariño. Desde sus primeros triunfos, su popularidad fue creciente en la ciudad, como atestiguan los versos de Jerónimo Lafuente:  “Y tus paisanos han visto/ que eres el Andrés de antes/ y que mucho más estimas/ y mucho más te complacen/ estos humildes aplausos/ que los que hasta aquí lograste…” También la inspiración popular le rindió homenaje: “Tres cosas tiene Teruel/ que no las tiene Madrid:/ los Amantes y los Arcos,/ y el tenor Andrés Marín”. Manifestaciones a las que él correspondía cantando jotas expresamente compuestas para homenajear a su ciudad: “Teruel no fuera Teruel/ Si le quitaran los Amantes/ el Sermón de las Tortillas/ y la Vaquilla del Ángel”.  De hecho, en noviembre de 1893, con motivo de la movilización  de reservistas para la guerra de África, ante la necesidad de recaudar fondos para atender a las familias más necesitadas de los reclutados, se organizó una velada con subasta de localidades en la que entre otros, actuaron Marín y su mujer.
            Un ciudadano, que asistió a la actuación siendo todavía un niño, rememora a Marín de la siguiente entrañable manera: “Era Andrés Marín un anciano simpático, pródigo y baturrísimo, trato vibrante del famoso quijote teruelano El Rey que rabió; de espíritu amplio, derrochador, generoso y con una inagotable vena anecdótica; fue el ídolo social de la ciudad”.
             De carácter manirroto (parece ser que era aficionado al juego) humorista y burlón, le gustaba trasnochar y la fiesta (incluso durante su carrera profesional fue un empedernido fumador), así que se dedicó a vivir la vida y a alternar con sus paisanos. Era tremendamente conocido y querido por el pueblo de Teruel, hasta el punto de que el 1 de julio de 1891, el Ayuntamiento de Teruel lo nombró primer Teniente de Alcalde, esta elección se efectuaba por votación popular. Más tarde, en 1893 fue elegido Alcalde de la ciudad por el partido republicano federal y acometió con perseverancia aragonesa la anhelada llegada del ferrocarril a nuestra tierra, pues hasta ese momento, todos los intentos de hacer realidad la vía férrea que conectara Calatayud con Sagunto pasando por Teruel habían resultado fallidos. Como podemos observar los sufridos turolenses de hoy, nada nuevo bajo el sol, triste eterno retorno: nuestra provincia era –y sigue siendo- la cenicienta de España y tantas veces como salía a subasta la construcción de dicho ferrocarril, otras tantas quedaba desierta la concesión. Para resolver el problema, Marín diseñó toda una estrategia de hombre de mundo, se trataba de conseguir lo que en términos políticos actuales denominaríamos suficiente masa crítica y presión mediática como para crear una opinión pública favorable a su proyecto y poder ser de esa manera escuchado y considerara su petición por el Gobierno de la nación.
            El 22 de noviembre de 1893, como Alcalde de Teruel, convocó y presidió una junta magna para secundar la labor parlamentaria de los Diputados a Cortes por los distritos que habían de ser afectados por la línea en proyecto (Juan Gualberto Ballesteros, Tomás María Ariño, Leoncio Torán, Carlos Castel, Juan Navarro y Teodoro Llorente), los cuales presentaron al Congreso una proposición de Ley para que se autorizase al Gobierno a otorgar de nuevo la concesión mediante concurso público. La ciudad se volcó con su labor y se manifestó en apoyo de sus gestiones, de hecho en la capital se gestó un movimiento ciudadano de similares características al actual “Teruel Existe” en apoyo de las gestiones de su alcalde.
            Por fin, el 6 de julio de 1894, la Reina Regente, Mª Cristina, firmó el Decreto que hizo posible la realización del tan suspirado ferrocarril. El objetivo estaba cumplido, si bien su artífice no llegaría a ver circular las locomotoras por las tierras de su querido Teruel.
            En 1895, el periódico de tirada nacional El Liberal colaboraba con la campaña de prensa que Marín llevaba a cabo en periódicos nacionales y extranjeros para denunciar la falta de compromiso con este proyecto tan esencial para la supervivencia económica de nuestra provincia, así le dedicaba un extenso artículo sin desperdicio alguno, significativamente titulado “Viaje de El Liberal, por España. Teruel ¡¡36 horas de diligencia!!”, en el que el redactor, Luis Morate, exponía de forma extraordinaria la odisea de un viaje que él mismo se aprestó a sufrir en sus carnes, un viaje de treinta y seis interminables horas que cualquier viajero invertía, tanto si salía de Calatayud, como si lo hacía desde el puerto de Sagunto, en ir a Teruel y regresar, dieciocho horas para llegar, otras tantas para retornar. La campaña fue intensa, se trataba de crear opinión, de ganar adeptos, de concienciar a la nación. De hecho, hasta periódicos extranjeros se hicieron eco de la misma. Marín era un hombre de mundo y conocía el poder de la prensa para lograr sus objetivos. Así, en Le Figaro (9-1-1895) leemos: “A Teruel, dans l’Aragon, le maire a été trés acclamé á la suite des démarches faites par lui pour arriver à ce que le nouveau chemin de fer de Valence à Calatayud passe par la ville immortalisée par les “amants de Teruel” qui ont inspiré tant de romans et de pièces de théâtre.
            Ce maire, qui devient une personnalité en vedette, dont les efforts pour le bien de sa contrée sont très vantés, n’est autre que l’ancien ténor Marin; et sa femme, qui partage avec lui la reconnaissance du département, n’est autre que la célèbre Volpini!

            La maison du président du Conseil municipal est pleine de couronnes et de souvenirs de tous les publics d’Europe…”
            Hacia finales de 1895, ante sus persistentes dolencias se trasladó a Madrid para recibir tratamiento. Desgraciadamente no dio resultado y el 27 de julio de 1896 moría Andrés Marín, la voz que triunfó en el frío, el alcalde que consiguiera el tren para Teruel.

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