CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 31 de octubre de 2011

NATIVIDAD ZARO CASANOVA (I): LA ACTRIZ ARAGONESA QUE QUISO SER DON JUAN TENORIO (I)

                                                                                   A Félix Romeo, in memoriam

 Apunte de Eduardo Malta (Blanco y Negro 28 4 1929)

     En esta noche tan particular, quiero recordar a una mujer de enorme personalidad y gran belleza, que soñó en su juventud -una noche como esta del año 1929- representar el papel de don Juan Tenorio, no lo consiguió, pero quedó su intento y su moderna visión del personaje. Sea este pues mi particular homenaje a la obra de Zorrilla, a esta singular mujer y, sobre todo, a FELIX ROMEO, un rendido admirador que siempre tuvo en su pensamiento esbozar su biografía. No le dio tiempo.  
En la novela, el teatro y, en especial, en el cine franquista, las mujeres, consideradas como "intrusas", fueron relegadas a subgéneros y oficios etiquetados como "femeninos", designación que connotaba un sentido menor o de supeditación. No es fácil, hasta fechas recientes, encontrar dramaturgas con nombres consolidados en nuestro teatro, ni mujeres guionistas en el cine, pero es casi imposible descubrir algún nombre femenino vinculado a la producción cinematográfica -salvo la excepción que confirma la regla de Ana Mariscal-. Por eso resulta fascinante aproximarse a la extraordinaria, atípica y atractiva personalidad de Natividad Zaro Casanova (Borja, 1909-Madrid, 1978)[1], quien en un mundo eminentemente masculino y en un país y una época, más si cabe, machistas por decreto, logró consolidarse como profesional del séptimo arte en facetas tan poco femeninas como argumentista, guionista y, sobre todo, productora.
            La peripecia vital de esta mujer, que quiso ser actriz y autora teatral para terminar presidiendo una productora cinematográfica, resulta tan sorprendente como desconcertante su olvido actual, pues en el panorama cinematográfico español de los cincuenta su nombre era conocido y reconocido como lo demuestra su intervención en películas tan señeras como Surcos (Nieves Conde, 1951), Amanecer en Puerta Oscura (Forqué, 1957) o Las legiones de Cleopatra (Cottafavi, 1959).
   Esta entrada es parte de un artículo más amplio que publiqué en la revista CABIRIA (nº 8, ABRIL, 2010).

EL VENENO DEL TEATRO
            En Madrid estudió Filosofía y Letras, carrera que cursó durante cuatro años, pero más interesada en frecuentar las tertulias literarias de la época (incluyendo la del "Henar", que tenía a Valle-Inclán como principal animador y a la que asistían con frecuencia Luis Buñuel, García Lorca, Moreno Villa, etc. Donde parece ser que conocíó al que sería su compañero sentimental el resto de su vida, el periodista y  escritor Eugenio Montes) que en sus estudios, terminó por hacerse actriz.
            El 24 de julio de 1926 aprobó como auxiliar del cuerpo de Correos y Telégrafos, profesión que prácticamente no ejerció, pues como hemos anticipado se dedicó profesionalmente al teatro. Su descubridor fue César González Ruano, quien la presentó en su primera actuación con estas hermosas palabras: “Si es declamación, es declamación nueva. Lo que importa es esta voz, que acciona, y estas manos, que dicen; esos ojos de aguas de mar, donde asoma la vida hecha poesía.” El lugar elegido fue la Unión Iberoamericana, donde ante el cuerpo diplomático americano y un nutrido grupo de intelectuales recitó poemas de Gabriela Mistral, Juana Ibarbourou, Dulde María Loynaz, Alfonsina Storni, etc.
Natividad Zaro.
Actuación en el Lyceum de Señoras (Nuevo Mundo, 27-4-1928)
            El éxito conseguido consolidó a Natividad como recitadora  y sus actuaciones se multiplicaron a lo largo de todo 1927 en diferentes escenarios de la capital: Círculo de Bellas Artes, Lyceum Club de Señoras, Infanta Beatriz, etc. Su presencia fue una constante en todas las tertulias del momento.
            Su primer contacto con el mundo del cine se produjo el 9 de agosto de 1928, cuando recitó en la verbena de la Unión de Artistas Cinematográficos. Se sucedieron los éxitos y pronto el conocido hombre de teatro y habitual colaborador de Margarita Xirgu, Cipriano Rivas Cherif, se fijó en ella manifestando encendidos elogios en un extenso artículo dedicado a las nuevas formas de declamar, a los conciertos poéticos, como gustaba de definir, en el que destacaba no sólo su forma de recitar, sino su “belleza y gallarda figura.”
                                                                                        El Caracol
Actores de El Caracol
No tardaron en actuar juntos y fueron numerosos los recitales poéticos que dieron a lo largo de 1928. A finales de ese mismo año, crearon un grupo de teatro aficionado al que bautizaron con el nombre de El Caracol (según explica Rivas, el nombre es un anagrama arbitrario y libre de “Compañía Anónima Renovadora del Arte Cómico Organizado Libremente”). Ensayaban en los sótanos de la Sala Rex y estrenaban en su mínimo escenario (poco más de una pequeña tarima encuadrada entre cortinas), puesto a su disposición por el empresario Rey, cuya única condición para su uso era que su repertorio lo integraran obras de vanguardia. Las intenciones de la compañía se ajustaron a este requerimiento y su intención fue llevar a escena textos no apropiados para el teatro comercial o de autores noveles, así como también algunas traducciones de teatro extranjero. De esta forma, su programa incluía Orfeo, de Jean Cocteau; El terno del difunto, de Ramón María del Valle Inclán; Los libreros de viejo, de Pío Baroja; Si creerás que es por mi gusto y A las puertas del cielo, de Jacinto Benavente; La criolla, de Joaquín de Zugazagoitia; La curiosa imaginación, de César Falcón; Ifigenia, de Alfonso Reyes; El rapto de las Sabinas, de Leonid N. Andreev, y otras de Bernard Shaw, de Moliere, Carlo Goldoni, etc. Incluso representaron una de Natividad Zaro titulada El sueño de la verdad.


            Su presentación al público se produjo el 24 de noviembre de 1928 con la escenificación del “Prólogo” que precede a la trilogía azoriniana Lo invisible, dos de sus piezas en un acto (La arañita en el espejo y Doctor Death, de 3 a 5) y una obrita de Chejov –la comedia corta El duelo-. Intervinieron como intérpretes junto a Natividad, Magda Donato, Eusebio de Gorbea, Regina Eusebio, Felipe Lluch, Rivas Cherif, Ernesto Burgos y el propio Azorín. En líneas generales, la representación  constituyó todo un éxito, entre los espectadores se encontraba lo más granado del mundillo literario madrileño, destacando la presencia de Ramón Gómez de la Serna. Por su parte, la crítica se mostró propicia, si bien auguraron grandes dificultades para el futuro de tan ambicioso como novedoso proyecto teatral. No se equivocaron, la Sala Rex fue cerrada por la policía el 6 de febrero de 1929 y la obra de Federico García Lorca, El amor de don Perlimplín y Belisa en su jardín, incautada por inmoral y prohibido su estreno.

Natividad Zaro a la izquierda. Azorín a la derecha. Ensayo de Lo invisible. 12-11-1928

Un don Juan muy especial.
            A mediados de año, se integró como primera actriz en la compañía del actor Manrique Gil. El 8 de septiembre de 1929 interpretó el papel protagonista de la obra de Galdós, Electra. Su éxito fue rotundo y en octubre representaron con igual fortuna Un drama nuevo, de Tamayo y Baus y, como no, el 1 de noviembre, como mandaba la tradición, pusieron en escena el Don Juan Tenorio.  Evidentemente, Natividad dio vida a una bellísima doña Inés, pero con la transgresora pretensión de cerrar las representaciones cambiando de papel e interpretar el de don Juan, atrevimiento que fue sancionado prohibiéndose la anunciada y polémica actuación. El escándalo que supuso tal apuesta teatral le granjeó cierta popularidad y numerosas entrevistas en diferentes periódicos, por lo que no nos resistimos a transcribir algunas de las opiniones de Natividad sobre la inmortal figura teatral, claramente feministas y de una extraña modernidad para la época, pues entendía al personaje “tal como se ve hoy por Marañón y otros exégetas: como un tipo anormal, sexualmente pervertido y equívoco […] con una silueta intermedia, entre viril y femenina, con cierta gracia de líneas imprecisas en la figura y un acento cruel e irónico; más que arrebatado, cauteloso; más que inconsciente en su ímpetu magnífico, sarcástico, sádico casi…”, pero reconociendo al mismo tiempo que “literariamente me seduce su figura. Si como concepción humana lo desprecio, como héroe dramático me interesa extraordinariamente…”
“Teatro Pinocho”.
            El día de los Santos Inocentes de 1929 se inauguró en el Teatro de la Comedia de Madrid el “Teatro Pinocho”, quizá el espectáculo de guiñol más atractivo de la escena madrileña del primer tercio del siglo XX y uno de los proyectos más ambiciosos y personales de su creador, el dibujante Salvador Bartolozzi. En este espectáculo singular participó Natividad, quien, caracterizada como la popular muñeca Pirula de la revista Pinocho entablaba diálogos con los niños y recitaba cuentos, chistes y fábulas.
            A mediados de 1930, se incorporó al elenco del Teatro Muñoz Seca y actuó bajo la dirección de Felipe Sassoné acompañando a su mujer, la ya reconocida actriz, María Palou, representando fundamentalmente comedias de Jacinto Benavente (Lo cursi, Los andrajos de la púrpura, etc.)
            En 1931 volvió a trabajar con Azorín en el Teatro Español, formando parte de la compañía para la temporada popular republicana.
Quien quiera leer una entrevista en el Heraldo del año 1929 TINTA DE HEMEROTECA



    [1]La localidad de su nacimiento varia según las fuentes, así la presentan como nacida en Borja, en Daroca o en Madrid, aunque su procedencia aragonesa es indiscutible, pues son numerosos los artículos en los que ella misma comenta su origen aragonés. También el año de nacimiento varía según las fuentes consultadas, así podemos encontrar el citado 1905 en Borao, el de 1909 en Hormigón, Hernández, O'Connor y ABEPI, y el 1910 de Gómez García. Particularmente nos inclinamos por Borja como localidad y por 1909 en cuanto al año. Sobre su fallecimiento sabemos que a principios de 1977 sufrió un accidente de tráfico en Roma, donde vivía con su compañero Eugenio Montes, corresponsal del periódico ABC. Un año más tarde moría en Madrid.
   
 
           

    
 

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