CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

domingo, 6 de noviembre de 2011

NATIVIDAD ZARO CASANOVA (III): UNA MUJER EN EL CINE FRANQUISTA.

           A Félix Romeo, in memoriam.
 Al concluir la guerra civil, el cine español, tras un período de desorientación y de inoperancia productiva -como también ocurriera en todas las demás artes-, fue puesto al servicio del Régimen y comenzó su trayectoria con una serie de películas de guerra en las que se narra la historia reciente de España desde la óptica de los vencedores, para poco después derivar hacia un cine histórico que intentaba reconstruir subjetivamente los períodos de exaltación patriótica y religiosa más destacados de nuestra historia y, sobre todo, el grueso de la producción se decantó por las películas de corte folclórico y costumbrista. Sólo hacia mediados de la década se produjeron tímidas tentativas filmográficas con pretensiones más cosmopolitas e innovadoras, es el caso, entre otros, del cine de Neville, Serrano de Osma y Ladislao Vajda. Este último realizador había colaborado con Natividad en la puesta en escena de su obra teatral y en 1947 la llevó al cine con guión adaptado por la propia autora, su compañero sentimental, el poeta y académico Eugenio Montes, y Alfredo Echegaray. A decir de la crítica de la época, Tres espejos es un interesante thriller policíaco en el que se nos narra cómo un financiero se ve obligado a matar en defensa propia a un delincuente y, asustado, cambia su documentación con la de la víctima desencadenando así una historia de intriga y pasión. Os dejo una muestra de la versión portuguesa de la película:

            En 1948, un guión de nuestra actriz-escritora fue merecedor del primer premio de guiones de la Junta del Sindicato Cinematográfico, se titulaba Europa (escrito en colaboración con Manuel Suárez Campo y basado en un cuento de Tomás Salvador) y como recordará algunos años más tarde, “no se estrenó nunca; no se rodó nunca […] Las productoras no se atrevían: su presupuesto era demasiado elevado. El tema de la película era la encrucijada en que se encontraba Europa en la vigilia de la segunda guerra mundial; había que rodarla en Francia, en Alemania… Y con franceses y con alemanes, desde luego. Se pensó en una coproducción, y entonces sucedió algo bastante irónico. Los productores alemanes que se interesaron por la película, después de leer el guión se retiraron, porque consideraban que los franceses estaban tratados con favor, y que eran ‘demasiado humanos’. Nos volvimos hacia los franceses y la respuesta fue la misma sólo que al revés: según ellos, el guión favorecía a los alemanes.”
            Sobre la concesión de este premio y el machismo imperante en la época, relata la siguiente sabrosa anécdota que no nos resistimos a transcribir: “Cuando me dieron el premio el presidente del jurado lo anunció con estas palabras: ‘Por unanimidad se otorga el primer premio al guión Europa, en el que se puede admirar la pluma de un gran escritor al que todos admiramos.’. Aludía, naturalmente, a Eugenio Montes. Cuando me lo contaron, respondí: ‘No sabía yo que escribiera tan bien.’ Porque la realidad es que Eugenio ni siquiera lo había leído…”
            De nuevo, en 1949, Vajda llevó a la pantalla con el título de Sin uniforme un argumento basado en una obra teatral inédita de Natividad Zaro, la titulada También la guerra es dulce (ganadora de un accésit en el Premio de Teatro Lara en el año 47), convertida en guión por ella y Andrés Laszlo. Para Fernando Méndez Leite, Sin uniforme alcanzó un cierto éxito "por su bien ideada trama, su corte moderno y dinámico y la gran riqueza de elementos técnicos con la que fue rodada íntegramente en Marruecos. Desde el primer momento, acapara el interés del espectador gracias a una trama subyugante de amor, espionaje y aventuras en un marco exótico y novelesco". En cierto modo y salvando las distancias, la película tiene muchos puntos en común con Casablanca (Michel Curtiz, 1942) -recordemos que Vajda había sido con anterioridad colaborador habitual de Curtiz-, pues narra las aventuras de un grupo de espías en el Tánger cosmopolita de la Segunda Guerra Mundial y como aquella se fundamenta en un sólido guión, una buena interpretación, una dirección minuciosa, unos preciosos decorados y una labor de fotografía de primera clase.
            Ese mismo año rodó Juan de Orduña Tempestad en el alma, basada en un argumento de nuestra escritora en colaboración con Luis García Ortega, que recreaba el tortuoso amor de un matrimonio asediado constantemente por los celos y unas personalidades desquiciadas.
            Un año más tarde, en 1950, Mariano Pombo dirigió Flor de lago, una comedia de anotaciones sentimentales en las que una joven pretende conseguir la herencia que le legara su madre y que su abuelo le niega, a cuyo argumento, original de Jesús Vasallo y R. Fernando, dan continuidad Suárez Caso y nuestra autora.

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