CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

martes, 17 de abril de 2012

ANTÓN GARCÍA ABRIL (VII). BANDAS SONORAS: LOS SANTOS INOCENTES.



La banda sonora pues se relaciona en general con la familia de Paco el Bajo y en particular con el personaje del Azarías. El tema primero se da fundamentalmente en la relación de Azarías con la Milana: suena al comienzo de la película cuando corre el cárabo, un animal que se asocia a las fuerzas negativas y que provoca en el personaje una extraña mezcla de miedo y felicidad que conduce a una especie de catarsis física y espiritual; cuando Quirce le regala la Milana; cuando cree que la ha perdido al asustarse y el pájaro regresa a su hombro y en una variante mucho más obsesiva y rápida en el momento final de la venganza del Azarías sobre el señorito Iván. Este tema es un fiel reflejo sonoro de su mundo interior caracterizado por su primitivismo y también de su mundo exterior, marcado por su marginación mental y social. Azarías limita su mundo y su vida a la repetición –como los mismos temas musicales que lo acompañan en los momentos esenciales de su vida- de aquellos actos mecánicos para los que alcanza su corta inteligencia: abonar plantas, pelar pájaros, quitar tapones de las válvulas de las ruedas, correr el cárabo, apartarse del mundo cuando lo invade la “perezosa”, etc.; mientras que el segundo, queda para expresar los momentos de desolación y de abandono (el desamparo que siente al sentirse burlado o triste por algún motivo le lleva invariablemente a buscar la soledad, único refugio posible para un individuo que no alcanza a comprender la sociedad) que vive este personaje cuando pierde a sus pájaros y es recluido en un manicomio.
En definitiva, igual que Delibes y Camus consiguen con su relato y película enervar al lector-espectador mediante la lectura o la visión de las imágenes, Antón García Abril colabora a la perfección con esta pretensión de transmitir una irritación creciente en el espectador-oyente mediante su banda sonora: asistimos a un mundo injusto en el que los personajes no protestan, resignadamente aceptan y callan –valor de los silencios en la banda sonora-, pero de su silencio en progresión creciente nace la solidaridad y una especie de justicia natural que ejecuta Azarías con su venganza, en cuyo mundo la justicia no está ligada a las leyes sociales, sino a leyes naturales que el viene a restaurar con el asesinato del señorito Iván.
            La elección del rabel para el segundo tema resulta muy acertada por dos razones: se trata de un instrumento popular –presencia e importancia del pueblo en la película-, que en el inconsciente colectivo nos remonta hasta la España feudal de la Edad Media, esa misma que anacrónicamente todavía pervive en el libro de Delibes y que refleja a la perfección Mario Camus. En el cortijo extremeño de principios de los años sesenta todavía se mantienen las relaciones feudales, de vasallaje, los señoritos disponen arbitrariamente de la propiedad, y su propiedad es la tierra, pero también los hombres que habitan en ella. Los pobres se sustentan de la caridad del rico y el único derecho que poseen es abandonar el territorio si no están conformes. Esta es la relación general de la novela y la película que se establece entre los ricos y los pobres, la marquesa y sus empleados y, en especial, entre Paco, el Bajo, un personaje servil,  y el señorito Iván, quien no le concede la dimensión de ser humano, sino que lo trata simplemente como un objeto o como un perro de caza.
            Este es el balance que el compositor hace de su trabajo: “La música creo que ha funcionado muy bien, porque es la mezcla, pienso, de lo popular y de lo culto en un cine también culto pero unido a un tema popular, en el sentido de que se produce en el pueblo…”; es decir, se trata de música popular en el sentido dramático, pero intelectualizada a posteriori.
            Junto con los dos temas comentados habría que destacar, como hemos anticipado, la importancia de los silencios, que sirven para resaltar de manera significativa el papel de la partitura. La música diegética se reduce a una cancioncilla tradicional y al tema del órgano en la boda.

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