CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 30 de junio de 2012

ALFONSO ZAPATER. EL ETERNO APRENDIZ (XIV). NOVELISTA.

En 1995 y también en la editorial Mira, publica su novela Yo falsifiqué el Guernica, una reflexión sobre el arte, sobre su originalidad, sobre el amor,  la guerra civil española y la política de nuestro país (incluido el terrorismo vasco) en los años ochenta, todo ello construido sobre una intriga mínima en la que se deja entrever que el “Guernica  que regresó a España y se contempla en el Casón del Buen Retiro podría ser falso, debido a la mano de un experto falsificador”.
            En Tuerto Catachán, autobiografía novelada del propio Zapater que ya hemos mencionado con anterioridad, va alternando la mirada de un niño que vivió la guerra civil y la inmediata posguerra, con sus padecimientos, odios, venganzas, prisiones y fusilamientos, a las que como es lógico no escapó su familia, con la mirada de un adulto, un periodista -el mismo Zapater-, quien es recluido en la cárcel de Yeserías (en realidad, como hemos dicho fue en Carabanchel), acusado de injurias al Jefe del Estado, situación que se prolonga durante poco más de un mes, y que supuso una terrible experiencia que le llevó a  conocer las cloacas del régimen franquista y a descubrir que la celebrada victoria de los vencedores y los sucesivos años de paz que le siguieron eran un espejismo, pues existía en España una guerra no declarada de odios, venganzas y muertes que infligían los vencedores sobre los vencidos y que él mismo sufrió en sus propias carnes durante su encarcelamiento.
            En líneas generales, podemos concluir que su estilo narrativo es, sin duda, de corte periodístico: claro, sencillo, preciso y conciso (no es un fin en sí mismo, sino un medio para contar una historia), pero con fuerza, con imágenes y símbolos telúricos, con ritmos muy marcados basados en su mayor parte en repeticiones de nombres y sintagmas, con profundidad de pensamiento en sus reflexiones. Incluso, la mayoría de sus novelas tienen su origen en una noticia y fueron escritas en poco, muy poco tiempo, con esa inmediatez creativa tan propia del Zapater periodista, ansioso de comprobar la recepción del público. En todas sus novelas la muerte está presente, pero, paradójicamente, casi siempre se erige en fundamento de vida, como no podía ser de otra forma en alguien que tuvo verdadera pasión por la vida. Otra constante en ellas es Aragón (agua, tierra, viento y sol). El paisaje no es un decorado, es un personaje, en muchas, incluso,  el principal.

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