Antonio Maenza (Teruel, 1948-1979) escribió poemas, guiones, una novela fragmentaria, Séptimo medio indisponible –publicada póstumamente por Mira en 1997- y realizó tres películas de las que se tenga constancia: El lobby contra el cordero (1967-1968), Orfeo filmado en el campo de batalla (1968-1969) y Hortensia/ Beance (1969). Pero, sobre todo, fue un provocador, un agitador intelectual, un francotirador del cine independiente, “un incuestionable líder con estrella que arrastraba a otros jóvenes fascinados por un discurso en sintonía con las propuestas izquierdistas de moda en esos años”.
Hasta la aparición de un artículo en la revista Turia (nº 17, junio de 1991) de los investigadores Pablo Pérez y Javier Hernández sobre su obra cinematográfica poco o nada se había escrito sobre el vanguardista realizador turolense, cuya producción se daba por perdida o, incluso, se dudaba de su existencia; sin embargo, tras el citado artículo se descubre en el archivo de Pere Portabella en Barcelona la presencia de las tres películas mencionadas. Animados por este feliz hallazgo, Pérez y Hernández continúan trabajando sobre el caótico director turolense y le dedican un completísimo estudio difícilmente superable, Maenza filmado en el campo de batalla (Zaragoza, Departamento de educación y Cultura, 1997).
Siguiendo la estela del libro de Pérez y Hernández, y en algunos extremos también el de Riambau y Torreiro, La Escuela de Barcelona: el cine de la ‘gauche divine’”, en 2002, dos jóvenes realizadores aragoneses, Graciela de Torres y Fernando Plou, le dedican un documental de 50 minutos, Filmbiografía de Maenza. De noche alzamos el vuelo y en la llama morimos, en el que recrean la vida y la obra de Maenza mediante testimonios de sus familiares, amigos y colaboradores en cada una de sus películas: su hermana, Alejo Lorén, Fernando Villacampa, Juan María Marín, Alberto Sánchez, Enrique Murillo, Rosa Arcega o Luis Ballabriga explican su etapa zaragozana y el rodaje de ese “maremagnum polisémico” de difícil interpretación unívoca que es El lobby contra el cordero. Los actores Luis Puig y Maite Larrauri, y el librero Pepe Campos, recuerdan Orfeo, que ejerció una gran influencia entre los estudiantes de Valencia. La tercera parte del documental aborda su estancia en Barcelona y el rodaje de Hortensia, con una bellísima Emma Cohen, Vila-Matas y Félix de Azua, por citar sólo algunos de los nombres más conocidos. Unos y otros nos presentan una personalidad dispersa, poco o nada convencional, radical en sus planteamientos y tendente a la provocación extrema, muy próxima a la locura, infierno en el que quizá vivió Maenza en sus últimos años, hasta su prematura muerte, envuelta en el misterio de un suicidio no muy claro; la proeza de su salto al vacío y la distancia alcanzada suscitaron siempre la sospecha de un asesinato nunca esclarecido.
Como muestra de su personalidad sirva la siguiente sabrosa anécdota que recogen Pérez y Hernández en su libro:
“El equipo de rodaje de El lobby se había presentado en Calanda con la intención, al parecer un tanto mitómana, de captar imágenes y entrevistar al autor de Viridiana. Maenza viajó en el Citroën 2 CV del citado Román junto a su mujer María Elena Sanjuán. Llegaron a primera hora de la tarde, se juntaron con los otros en un bar y allí ya percibieron, además de un grupo con insignias falangistas, un ambiente hostil de los calandinos hacia los forasteros “con mala pinta”; no en vano, nos días antes se comentaba que, amparados en la acusación de hacer orgías, los lugareños habían pinchado las ruedas de los coches madrileños que estaban aparcados en las proximidades de una casa en la que pasaban unos días Carlos Saura y Geraldine Chaplin acompañados de algunos amigos”.
El grupo se separó y, al cabo de un tiempo, Román y su esposa oyeron que una joven –cuya descripción coincidía plenamente con la de Maenza- había sido detenido por “altercado público”. Entonces enlazamos con la versión que el alcalde de Calanda le dio a Alejo Lorén, en la que un antiguo falangista recriminó al joven cineasta por su aspecto, su indumentaria y su actitud y éste se defendió de forma provocativa e irónica y logró así que lo llevaran al Ayuntamiento detenido. Entre tanto, José Antonio Román y su mujer, al serles impedida la entrada en la Casa Consistorial , recuerdan que fueron a buscar a Luis Buñuel y lo encontraron al pie de su casa calandina; allí le pidieron que intercediera por ese joven cineasta que había venido a hacerle una entrevista, aunque su hermano Leonardo le aconsejaba que no se metiera en líos... Un grupo de gente, con autoridades municipales y Guardia Civil, traía a un Maenza muy agitado que gritaba, ante una muchedumbre agolpada en torno al Consistorio a la espera de la actuación de los tambores, algo así como que ‘ya vendrán los nuestros, que tenemos armas de Checoslovaquia en un barco anclado en el puerto de Barcelona’”
Tal magnitud debió alcanzar el escándalo que el propio Buñuel lo recuerda en su libro de memorias, Mi último suspiro (Madrid, Aguilar, 1985, p. 46), de la siguiente manera:
“Hace dos o tres años vinieron a verme unos muchachos de la Universidad de Zaragoza. Tres chicos y dos muchachas y un insensato que se paró frente a la puerta de mi casa. Me extraño ver allí al alcalde, al cabo de la Guardia Civil. Y el insensato gritando: ‘¡Mao nos va a enviar armas! ¡Y se va armar la gorda! ¡Y el camarada Buñuel está con nosotros!. Lo agarraron, claro. El alcalde protestaba: ‘el señor Buñuel es una persona muy respetada aquí’. Entonces es cuando querían poner a una calle mi nombre, pero cuarenta vecinos se negaron a firmar. Y el gobernador de Teruel le escribió al alcalde: ‘nada de calle por ahora. Además, el señor Buñuel es mejicano’”