CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 12 de enero de 2013

DAVID CASTILLO Y MARC SARDÀ, "CONVERSACIONES CON JOSÉ 'PEPÍN' BELLO", Barcelona, Anagrama, 2007.



CONVERSACIONES CON UN TALIBÁN DE LA AMISTAD O EL COLECCIONISTA DE AMIGOS PRODIGIOSOS       
José Bello leyendo la revista de la Residencia de Estudiantes. 1997
 Archivo Residencia de Estudiantes. Archivo ARCHIVO JOSÉ BELLO
José Bello Lasierra (Huesca, 1904-Madrid, 2008), Pepín para los amigos, fue un testigo excepcional de la cultura española del siglo XX, en especial de su primer tercio, momento irrepetible en el que coinciden las generaciones del 98, del 14 y del 27. 
Homenaje al pintor Hernado Viñes. De pie (de izda a dcha.): José Caballero, Eduardo Ugarte, Eva Thais, Adolfo Salazar, Alfonso Buñuel, Federico García Lorca, Juan Vicéns, Luis Buñuel, Lupe Condoy, Acacio Cotapos, Rafael Alberti, Guillermo de Torre, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Rafael Sánchez Ventura, Maria A. Agenaar Volgelzanz, Honorio Condoy. Sentados : Alberto Sánchez, Delia del Carril, Pilar Bayona, Hernando Viñes, Lulú Jourdan, María Teresa León, Gustavo Durán, Sra. de Dorronsoro. Primera fila: Domingo Pruna, Hortelano, Pepín Bello y Santiago Ontañón. Madrid, mayo de 1936. Archivo de Juan Vicéns y María Luisa González. Archivo Residencia de Estudiantes. Archivo ARCHIVO JOSÉ BELLO
Con once años, en 1915, ingresó en la Residencia de Estudiantes de Madrid, desde ese momento inició una actividad cultural constante que había de durar hasta el siglo XXI. Allí asistió a conferencias de importantes personalidades como Paul Valery, Madame Curie, Tagore, Einstein, Marañón, Bergson, Bernard Shaw, H.G. Wells o Chesterton; participó en la tertulias de Ramón Gómez de la Serna, Valle-Inclán, Pío Baroja o Unamuno; conoció a pintores como Miró o Picasso, a músicos como Stravinsky o Falla, a toreros como Belmonte o Sánchez Mejías, a científicos como Ramón y Cajal o Severo Ochoa, a poetas como Juan Ramón Jiménez, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Emilio Prados, José Bergamín, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Neruda, Luis Felipe Vivanco, etc; pero, sobre todo, trabó una entrañable amistad con Dalí, Lorca y Buñuel.
Pepín, Lorca y Dalí

Dalí en su libro de memorias La vida secreta de Salvador Dalí lo recordaba como el primer descubridor de su arte. Federico García Lorca le dedicó un capítulo, “Eros con bastón”, de su segundo libro de poemas, Canciones, y para él “Pepín era una gran persona, fundamental en aquel grupo, en aquella época.” No menos elogiosas resultan las palabras de Buñuel al definirlo en su particular libro de memorias como “buenazo, imprevisible, aragonés de Huesca, estudiante de medicina que nunca aprobó un examen, hijo del director de la Compañía de Aguas de Madrid, ni pintor, ni poeta, Pepín Bello no fue nada más que nuestro amigo inseparable.” Estos testimonios no son una excepción y dan cuenta de la bonhomía de un personaje muy querido por todos -probablemente porque nunca nadie vio en él una amenaza al no pretender tampoco nada-, un auténtico talibán de la amistad, cuya principal afición fue la de coleccionar amigos prodigiosos.
Pepín y Buñuel
Pepín fue uno de esos intelectuales raros e incatalogables que un buen día, sin que se sepa muy bien por qué, deciden ponerse al margen y sentarse en un banco del parque a ver pasar la vida o practicar el “ruismo” (salir a la calle y vivir) a perpetuarse en las artes; un hombre inteligente y dulcemente hermético, que renunció indolentemente a su propio talento y se contentó con ser testigo del trabajo de los demás, ese tipo de persona que nos deja la inquietud desasosegante de lo mucho que lleva dentro, inexplorado e "inexplotado".
Los periodistas y poetas David Castillo y Marc Sardà se aventuraron a bucear en el mar de su memoria y en Conversaciones con José “Pepín” Bello (Anagrama) nos presentan de una manera directa, con su propia voz,  el tesoro de sus recuerdos más valiosos. A este respecto debemos significar que sobre los pilares de algunos de esos testimonios, generosamente prodigados en diferentes momentos de su vida, se han construido numerosos estudios de prestigiosos ensayistas de la literatura y el cine, como reconocía Agustín Sánchez Vidal al dedicarle al joven anciano oscense su fundamental,  Dalí, Lorca, Buñuel: el enigma sin fin.
            Pepín Bello fue un conversador fascinante, original, inesperado y de largo aliento, pero en numerosas ocasiones fue más que un buen conversador (aquél que  ha vivido mucho y lo sabe comunicar) y se convertía en todo un escritor oral (aquel que se amedrenta ante la cuartilla en blanco o no quiere sufrir en el potro de tortura de la introspección de la escritura y decide elaborar sus trabajos conversando, o mejor dicho, monologando) para esbozar artículos hablados sobre pintura, poesía, política, personajes de las artes y la cultura, bien ilustrados de datos concretos e imágenes inmediatas, pero dejándolos ahí, flotando con el humo del tabaco en el caer de la tarde, sin darles mayor importancia. Bien es verdad que, en ocasiones, adoptaba modales de verdulera de barrio y contaba chismes, como cuando decía que “Juan Ramón pretendía vivir del aire. El dinero lo ganaba su esposa […] alquilando pisos”, que “A Belmonte le gustaban mucho las criadas y las cocineras.” , o calificaba de “sopas” a Machado, de “soso” a Azorín o de “sucio” a Pedro Garfías.
Así era Pepín Bello: simpático, creativo, escéptico, socarrón, transgresor… un auténtico surrealista o, al menos, como lo definió Juan Ramón Masoliver en 1929, “el aleccionador de los surrealistas españoles”.
             David Castillo y Marc Sardà consiguieron en Conversaciones con José “Pepín” Bello plasmar la amenidad del conversador, su agilidad mental, su sentido del humor y, sobre todo, la agudeza de su inteligencia. Pero, sobre todo, descubrieron en él ese lado humano de la persona –que no del personaje-, de  ese Pepín Bello que se confiesa nihilista y, sorprendentemente, reconocía que no había sido feliz y que hubiera preferido no haber existido. Paradojas de la vida: vivió casi 104 años, gozó de una salud de hierro y regaló hasta el día de su muerte una sonrisa al mundo.
El texto viene acompañado de 65 fotografías del archivo personal de Bello, las cuales se han convertido en auténticos iconos de la cultura del siglo pasado, como la que tomó el propio Pepín  del homenaje a Góngora en el Ateneo de Sevilla (intuyendo la importancia del momento salió a la calle y pidió prestada una cámara a un fotógrafo ambulante), considerada en la actualidad el acta de constitución de la Generación del 27.

Para saber más LOS IMPRESCINDIBLES DE RTVE






No hay comentarios:

Publicar un comentario