CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 10 de agosto de 2013

LA VIDA DE PEDRO SAPUTO Y EL FOLCLORE


   Con esta entrega iniciamos toda una serie dedicada a la novela, Vida de Pedro Saputo", del turolense de Fórnoles, Braulio Foz, centrada en analizar sus relaciones con el folklore y el tratamiento que el autor da a ese material popular.
   Aquí tan sólo vamos a presentar una breve semblanza de Braulio Foz (1791-1865), un ilustre “bajoaragonés de Fórnoles que llegó a ser catedrático y decano de la Universidad de Zaragoza y al que se le puede considerar como un primer historiador general de Aragón. Fundó varios periódicos, en especial El Eco de Aragón, (1838). del que en casi se puede considerar que en sus comienzos fue su único redactor, escritor de miles de artículos sobre muy diversos temas, político liberal progresista siempre desavenido con sus propios partidos y gobiernos, ocasional candidato electoral por Teruel (1841), y que, en tiempos de transición política, siempre reivindicó con pasión la escala territorial aragonesa.
   La vida de Pedro de Saputo se construye sobre hábiles y complicados desarrollos de toda una serie de géneros y modalidades: la novela cervantina, la picaresca, el relato folclórico; es decir, asienta sus cimientos en las letras de los siglos XVI y XVII, pero a pesar de todo, no logra escapar a las influencias de su tiempo y pretende ser también una amplificación del cuadro de costumbres.

            El libro primero se estructura sobre unos elementos propios del folktale y la personalidad del protagonista, Pedro Saputo personaje folclórico, se dignifica o mejor aún, se mitifica, por medio del uso de una serie de componentes básicos en la caracterización del héroe épico. De esta forma, y ya desde los primeros compases de la novela, Braulio Foz perfila a su personaje como educador de una sociedad atrasada. Dentro de este libro destaca la crítica a los sistemas pedagógicos vigentes.

            Con el libro segundo se introduce el patrón de la novela de viajes y aventuras. En esta parte se observa en la forma de novelar un cierto dominio del género picaresco: la motivación intelectual inicial que le lleva a viajar es sustituida por el miedo a la justicia. Los motivos narrativos en este libro tienen una filiación más literaria que popular. La lectura socio-económica de la secuencia “El labrador y sus hijos frente a Pedro Saputo” nos remite al problema del vino en Aragón, tema reiterativo en la novela y que siempre preocupó a Braulio Foz. Igual ocurre con la crítica de las vocaciones forzadas presente en “Pedro Saputo en el convento” y en otros capítulos de la obra.

            El libro tercero es una sucesión de cuentos tradicionales: “La balsa de la culada”, “La Justicia de Almudévar”, “La comisión de los tres higos”, “Del pleito al sol”. Sin duda es el que más elementos folclóricos contiene. Se compone de una serie de cuentos-chistes que ponen en evidencia la cerrazón de los paisanos de Pedro Saputo, quien se consolida en este libro como educador y maestro que lucha por el progreso y el bienestar de su tierra.
            En esta serie encadenada de cuentecillos se produce una fusión de criterios entre los del autor y el personaje de ficción, el ideario del primero es defendido por su personaje. Pedro Saputo se convierte de esta manera en una figura literaria ideologizada por el pensamiento de su creador.

            El libro cuarto se articula sobre tres puntales básicos: anagnórisis del padre, búsqueda de esposa y desaparición final. Es el más novelesco de todos y el que menos deudas tiene para con el folclore.
            Braulio Foz toma del folclore a su personaje y lo revitaliza devolviéndolo al mundo tradicional con una personalidad distinta, me atrevería a decir que opuesta a la inicial. El programa educativo propio de un ilustrado liberal fluye al exterior por medio de la figura de Pedro Saputo, su vida es un nuevo manual de elegancia moral -no creo sea demasiado atrevimiento enmarcarlo dentro de esa corriente literaria que tiene en El Cortesano de Castiglione su máximo exponente- Con ella se pretende formar a un perfecto hombre de estudio de conducta social inmejorable: aplicado y asombroso discípulo en primer lugar, maestro perfecto en seguida, y finalmente, perfecto ciudadano comprometido con su tierra.
            Desde una formación humanística, Braulio Foz construye una novela entretenida con la que pretende instruir, crear modelos de conducta. Su voluntad didáctica, suficientemente demostrada por el profesor Calvo Carilla, se decanta por un liberalismo que le obliga a proponer respuestas inmediatas a problemas reales de su tierra y de su época. Foz, en su obra dedicada a la Literatura Griega (Zaragoza, Roque Gallifa, 1849, p. 74), nos condensa en unas breves líneas su teoría literaria, en la que se demuestra de modo perfecto lo expuesto:
En cada época se ha dado por sentado generalmente que la función de la literatura seria consiste en producir ejemplos de verdades superiores, impartidas por una prosa expiatoria. La función social real de la literatura, en esta visión, consiste en persuadir a las emociones para que se alineen con la razón, y actúen así sobre el corazón, que acaso no signifique tanto la bomba del pecho como el cerebro primario.

            Este utilitarismo por el que clama Braulio Foz patentiza ese liberalismo progresista que dominó a nuestro autor a lo largo de toda su vida. Fue un soñador con espíritu de reforma.
            Su formación humanista explica la afición que demuestra hacia el elemento folclórico y popular. Sin embargo, respecto de este sustrato folclórico, debemos establecer que no es tan abundante ni tan nítido como algunos estudiosos de la novela sugieren. La materia literaria se impone en todo momento a la popular. Por otra parte, su distribución en la novela es muy desigual, localizándose su mayor parte en el tercer libro.


            Los cuentos folclóricos, chascarrillos, refranes, frases hechas, que asimila a su estilo, le sirven para envolver el didactismo de la novela. Son toques de sencillez juguetona con los que atrae y encanta al lector, para de esta forma, entre gracias y veras, exponer el fondo doctrinal que le mueve a escribir la novela, en un intento de ser comprendido y atendido por el pueblo.

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