CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 13 de diciembre de 2014

LA GLORIETA AYER Y HOY. REPORTAJE FOTOGRÁFICO (I)

La Glorieta actual se construyó en el siglo XIX  tras demolerse los restos de la Ciudadela. Su primer nombre fue el de GALÁN Y CASTILLO.




La Glorieta con los edificios que la rodeaban antes de la Guerra Civil. A la izquierda el antiguo convento de Santo Domingo; en el centro, el edificio de mayor altura es el Banco Hispano Americano; a la derecha la Delegación de Obras Públicas.





Durante la Guerra Civil quedó en este estado ruinoso, como el resto de la ciudad.





GRAN PARTE DE LAS FOTOGRAFÍAS AQUÍ EXPUESTAS HAN SIDO TOMADAS DEL ECO DE TERUEL (COLABORADOR ADOLFO AINSA). OTRAS PROCEDEN DEL ARCHIVO LÓPEZ SEGURA DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS TUROLENSES.

lunes, 1 de diciembre de 2014

RESEÑA DE "DÍAS DE NEVADA", DE BERNARDO ATXAGA

LO INEFABLE


        Reseña publicada en la revista TURIA Nº 112
    En 2007, Bernardo Atxaga recibió una invitación para trasladarse con su familia a Reno, en Nevada, durante un curso completo. Fruto de esa experiencia como escritor invitado en el “Lejano Oeste”, lo que empezó siendo una idea de escribir un poemario, derivó en la escritura de Días de Nevada, un híbrido de complicada adscripción genérica que comienza como un diario que muta constantemente en cuento de cuentos, ensayo, biografía, novela –de campus, de viajes, del oeste,  etc.-. En suma, se trata de una obra abierta y fragmentaria, con visos de infinitud, concebida con absoluta libertad que es extraordinariamente compleja en su simplicidad: apuntes, recortes de diarios, sueños, historias de canciones, recetas, correos electrónicos; evocaciones, sensaciones, recuerdos… Un narrador polifónico trabajando en plena libertad de elección de tonos, géneros, estilo y estructura –en el orden, en ese mutuo rememorarse o suscitarse de los diferentes materiales está la clave: “-Decidme, caballos. ¿Alrededor de qué eje giramos? ¿Qué es lo que da un orden, una unidad, a nuestra vida?”-. Momentos, personajes, paisajes, etc., perpetuados y atrapados en el tiempo con palabras; la vida detenida por efecto del peso de la escritura y transformada en Literatura, en esa gran literatura, lírica y evocadora, de densidad proustiana (en ocasiones con divertida alusión irónica: “Yo no tuve presentimientos durante la cena, pero los pimientos rojos caramelizados me revolvieron la cabeza –no el estómago, como a muchos- y me he pasado dos semanas escribiendo acerca de los recuerdos que despertaron en mí…), capaz de hacernos vivir más despacio, de revivir en nuestra memoria imágenes y sensaciones que creíamos definitivamente olvidadas.
         La experiencia americana de Atxaga provoca constantemente recuerdos de su infancia y juventud en el País Vasco; los hechos y las experiencias del presente en el Lejano Oeste lo retrotraen a su ya lejana infancia, la infancia de todos aquellos que ya hemos sobrepasado la frontera del medio siglo: la serie El Virginiano o la de Bonanza, con su “Ponderosa”, ese microcosmos del rancho de los Cartwright;  las películas de John Wayne o The Misfits, esas Vidas rebeldes de los no menos rebeldes John Huston, Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift; la música del legendario Elvis; los mitos de evolución inversa de la bestia con sentimientos  -King-kong- y del hombre que deviene en bestia -Paulino Uzcudum-. El presente y el pasado, lo onírico y la realidad, lo próximo y lo lejano, EE.UU y el País Vasco, se alternan en perfecta solución de continuidad, se promueven y se mezclan formando un todo armónico y sugerente.
         El silencio, el miedo, la soledad, la enfermedad y, sobre todo, la muerte, son los verdaderos protagonistas de Días de Nevada, pero concebidos no como productos librescos o meramente literarios, sino como emociones reales. Como contrapunto, el humor y la ironía juegan su papel paliativo y desdramatizador. Atxaga construye su artefacto narrativo desde el dolor de la pérdida –del padre, de la madre, de los seres queridos-; el libro tiene algo de inefable, un halo de misterio, en el que la muerte, agazapada en cada vuelta de página, nos llega a través de sensaciones y angustias que su fuerza provoca en el narrador y en los personajes.
         Atxaga es un verdadero maestro en crear mundos simbólicos y metafóricos, sentidos a través de las reacciones de los protagonistas, como sombras de una realidad sólo tangible fuera del mundo sensible. Dias de Nevada tiene mucho de freudiano, de mundo inconsciente, simbólico y surrealista. De ahí esa constante presencia de sueños, imágenes oníricas o de animales con valor simbólico, metáforas del miedo, del peligro acechante, de la angustia, de la libertad, del misterio de lo inefable: el mapache, la Viuda Negra, el oso, la serpiente de cascabel, los caballos, etc.
         Días de Nevada es un libro de alta literatura, concebido con plena libertad creativa a base de profundas y agudas observaciones de lo cotidiano y expuesto con  maestría en un estilo sencillo y fluido que nos lleva a afirmar sin temer a equivocarnos que Bernardo Atxaga es un poeta en prosa matizado de filósofo con un gran sentido del humor empeñado en capturar y detener el tiempo con su literatura y expresar con ella lo inefable.
        
        


         

lunes, 24 de noviembre de 2014

RESEÑA DE "EL TETRAPLÉJICO", DE CARLOS PAJUELO DE ARCOS.

UNA TRAMA RUSA O EL MACGUFFIN PAJUELO
        

           Las novelas del escritor y periodista Carlos Pajuelo de Arcos, como el cine de Hitchcock, utilizan siempre un macguffin en su trama para terminar contándonos otra u otras cosas. ¿Qué fue del dinero robado por Janet Leigh en Psicósis, del microfilm de Con la muerte en los talones o del uranio de Encadenados? Nunca más se supo, tan sólo eran excusas argumentales de carácter flexible (se pueden intercambiar al gusto de unas películas a otras y daría absolutamente igual) para narrar una historia.
         En su última novela, El tetrapléjico, Carlos Pajuelo esbozará el macguffin de una compleja “trama rusa bancaria” para envolver de misterio la cotidianeidad de sus protagonistas, un tan prosaico matrimonio como anticipan sus propios nombres de pila, Cirilo Bonacasa Ferro y Facunda Malpie Trenza -¡ah, los nombres!, siempre tan importantes en la escritura de Pajuelo-, agotado por la rutina y el tedio del monótono discurrir diario, fatalmente interrumpido por un absurdo accidente doméstico: Cirilo se cae de una escalera, o mejor dicho, lo tira el perro de su mujer, cuando estaba poniendo un ventilador en su cuarto. A partir de ese momento, asistimos de la mano de sus hijos, Uma y Santiago, y de los propios recuerdos del ya tetrapléjico Cirilo, al descubrimiento de la existencia de una vida anterior y paralela del mismo ignota para todos ellos, incluida la mujer. De esta forma, tras la cortina de un mundo aparentemente rutinario, se esconde otro lleno de secretos, que da paso a la dialéctica apariencia/realidad, al particular macguffin narrativo de Pajuelo.
         El tetrapléjico tiene pues ese carácter de crónica familiar, tendente siempre hacia lo social y hacia la comprensión -como mínimo, exposición- de una época, la que nos ha tocado vivir. El registro familiar, el sermo humilis, es parte de la herencia de la tradición realista de la novela decimonónica; es esa poética que coloca a la novela en la zona de frontera con la crónica, con el periodismo e, incluso, con la historia del presente, y es aquí donde nuestro novelista se mueve como pez en el agua –no olvidemos su condición de prolífico columnista de opinión y bloguero-. Así, con su estilo conversacional como medio de expresión y  con la familia como objeto de análisis, Pajuelo nos plantea la complejidad de la vida y de las relaciones humanas, y nos muestra su particular visión del mundo, un tanto -más bien un mucho- paradójica, pues nunca antes en la historia de la humanidad se ha estado tan intercomunicados (Facebook, Twitter, whatsapp, etc.) para estar tan solos, solos como su tetrapléjico protagonista, siempre rodeado de gente pero absolutamente solo, solo con sus pensamientos en los que se confunden realidad y ficción, presente y pasado, incapaz de comunicarse con nadie. En última instancia, El tetrapléjico  es una historia de incomunicación, individual y colectiva.
         En definitiva, para Carlos Pajuelo contar la vida de un hombre o de una mujer dentro del seno familiar supone adentrarse en las vidas de quienes lo rodean (por muy simples que sean las pinceladas) y en consecuencia, dado que todo el mundo es producto o está inserto en su ámbito social e histórico, el relato de esta vida terminará deviniendo hacia lo colectivo y su crónica. En suma, tratar el tema de la familia, gracias a los individuos que la componen, le permite hablar de la pluralidad de sus vidas y, con ellas, de la Vida con mayúscula, mediante agudas reflexiones sobre la realidad contemporánea -los bancos, los banqueros y bancarios; los médicos y la sanidad española; los problemas del mundo globalizado, la informática y los hackers, etc.-, expuestas con un humor entre fino y socarrón, en ocasiones, incluso, si me permiten el adjetivo aragonés, somarda. De hecho, Carlos Pajuelo no se corta e intercala numerosos artículos de opinión bajo la autoría de Uma, la hija periodista de Cirilo, convirtiendo de esta forma su novela en un cajón de sastre, donde todo tiene cabida, pero esto no es algo novedoso en su narrativa, sino una más de las constantes de su forma de novelar.

CARLOS PAJUELO DE ARCOS, El tetrapléjico, Valencia, C.P.A, 2014.
          


viernes, 14 de noviembre de 2014

RESEÑA DE "EL GRAN FRÍO", DE ROSA RIBAS Y SABINE HOFMANN

FRÍO EN EL MAESTRAZGO



         Febrero de 1956 fue un mes excepcional por sus grandes nevadas, por las temperaturas mínimas que se alcanzaron y, sobre todo, por la persistencia y duración del intenso frío que provocó unas heladas sin precedentes en nuestra historia reciente; fue lo que dio en llamarse “el gran frío”, denominación que toman Rosa Ribas y Sabine Hoffmann como título para su última novela, la segunda entrega de la serie protagonizada por la periodista Ana Martí, tras Don de lenguas (Premio Novelpol 2013 y finalista del Premio Hammett de la Semana Negra de Gijón 2014; publicada en Italia, Francia, Reino Unido, Alemania y Turquía).
           
Ana Martí es una mujer valiente, inquieta e independiente (el personaje está inspirado de alguna manera en una de las pioneras del periodismo español como fue Margarita Landi, pero si esta fue de derechas, aquella pertenece a una familia de izquierdas), que quiere ganarse la vida siguiendo los pasos de su padre como periodista, profesión siempre complicada, pero más todavía para una mujer en la España católica y machista a marchamartillo de los años cincuenta. Si en Don de lenguas, una novela negra ambientada en Barcelona, trabajaba para La Vanguardia y se movía entre la alta burguesía catalana, en esta ocasión lo hace como reportera de sucesos del periódico sensacionalista El Caso e investiga el misterio de Isabelita, una niña de un pueblo imaginario del Maestrazgo turolense, Las Torres -se mencionan otros reales como Tronchón o Cantavieja-, que presenta en su cuerpo los estigmas de la Pasión, punta del iceberg de toda una serie de asesinatos que deberá resolver, en esta ocasión sin la valiosa ayuda de su particular Watson -tan importante en la novela anterior-, su prima Beatriz Noguer, filóloga y profesora universitaria represaliada.
         Como se anticipa en el título, junto con Ana, el verdadero protagonista de la historia es el frío, un frío real, que convierte el pueblo serrano en una isla claustrofóbica y hostil regida por leyes feudales, y también simbólico en todos sus órdenes: político, social y religioso. Es el frío de la censura franquista; el frío represivo del somatén y de la guardia civil en su lucha despiadada contra el maquis; el frío de la soledad de la mujer, sometida al marido; el frío del silencio cómplice con la injusticia; el frío de la ignorancia y de la superstición de una población empobrecida y dependiente, dominada por el miedo y el fanatismo religioso, que convierte a Ana en un enemigo del pueblo, etc.
         A diferencia de la anterior, más coral en su juego narrativo, El gran frío -quizá con el fin de abundar en la soledad y el aislamiento-, presenta tan solo dos voces narrativas: una en primera persona perteneciente al pensamiento de un joven disminuido psíquico y otra en tercera omnisciente que sigue a la protagonista. El estilo es sencillo, sin alardes, pero eficaz. Los personajes, sin grandes honduras psicológicas, tienen matices, están bien construidos y cumplen con su función a la perfección. Pero lo más destacado de la novela es su impecable documentación -canciones, películas, libros, personajes históricos, etc.-, bien dosificada, con la que ambienta los hechos en la España de la época con verosimilitud, pero sin lastrar en ningún momento la narración.
         Con estos mimbres, las cuatro manos de Ribas y Hoffmann –complicado trabajo de coordinación- construyen un marco inicial de cuento que pronto deviene en pesadilla de atmósfera densa y extraña que gradualmente se transforma en opresiva y malsana, poblada por niños que cantan una perturbadora canción y por unos adultos de conductas no menos inquietantes. La nieve, ese blanco manto helado que todo lo cubre, esconde bajo su pureza virginal el rojo de la sangre de las niñas asesinadas y el negro de la podredumbre de una sociedad cobarde y miserable.
            Bajo su aspecto de  relato policial, El gran frío es una demoledora crítica contra la sociedad española de los años cincuenta, pero también contra los vestigios que, aunque parezca increíble, sesenta años después, todavía siguen presentes en la nuestra relativos a la desigualdad de la mujer, con su goteo continuo de víctimas inocentes, consecuencia de anacrónicos prejuicios, leyes injustas o fanatismos religiosos todavía no superados.
         El gran frío es, en definitiva, un thriller  bien escrito y muy recomendable por su amena lectura y profundidad crítica que, como poco, les entretendrá y, tal vez, les haga pensar.


Rosa RIBAS y Sabine HOFMANN, El gran frío, Madrid, Siruela, 2014, 320 pp.

sábado, 8 de noviembre de 2014

RESEÑA DE "UN MUNDO DE ALAMBRADAS.DESPLAZADOS: CINE Y REALIDAD", DE FRANCISCO JAVIER MILLÁN.

EN BUSCA DEL PARAÍSO. GENTES DE NINGÚN LUGAR.

  

El periodista afincado en Teruel, Francisco Javier Millán, fiel a su cita con el Festival Internacional de Cine Guanajuato GIFF, en México, de cuyo Consejo Consultivo es miembro, nos presenta su obra Un mundo de alambradas. Desplazados: cine y realidad, editado por el mismo Festival, con la colaboración del Gobierno del Estado de Guanajuato, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y la Fundación Expresión En Corto. Se trata de un riguroso ensayo, que como todos sus anteriores, aúna rigor científico, fluida escritura, amenidad y, sobre todo –verdadera seña de identidad de los escritos de  Millán-, compromiso social, en el que nos invita a conocer cómo el cine ha tratado el tema de los desplazados a lo largo de la historia con la finalidad de abrir una reflexión, personal y colectiva, sobre cómo se puede encarar el problema en la sociedad actual.
  
El libro, magníficamente editado, presenta un apoyo gráfico valioso consistente en fotogramas extraídos de algunas de las películas comentadas, y cuenta además con la participación del fotógrafo francés, afincado en México, Philippe Perrin, quien además de la portada, ilustra el inicio de cada capítulo con fotografías alegóricas a la soledad y los desplazados, pertenecientes a la serie Lejano adentro, exhibida en diferentes salas de exposiciones.
   En su estudio, Millán utiliza el termino “desplazado” en el más amplio sentido de la palabra y comprende desde aquellas personas que huyen por las guerras y persecuciones de toda índole -políticas, ideológicas, étnicas o religiosas-, hasta quienes se ven afectados por todo tipo de catástrofes naturales, pero también se refiere con él a todos aquellos que se marchan del campo a la ciudad dentro de su mismo país, e incluso a los afectados por el fenómeno contrario, mucho más reciente en las sociedades desarrolladas, de regreso al medio rural, como intento de garantizarse un medio de vida más humano.
   Javier Millán va de lo local a lo universal, desde lo próximo e inmediato, su tierra –Teruel-, al mundo globalizado en el que vivimos. Los primeros capítulos están dedicados a analizar cómo el desplazamiento forzado de las personas ha estado siempre presente en la historia de la humanidad, y de qué manera las religiones, o el uso manipulador de las mismas, contribuyen a ello. En este sentido, se nos recuerda que Adán y Eva podrían ser considerados como los primeros desplazados de la humanidad.
   Millán conoce Teruel y su provincia a la perfección, no en vano reside y trabaja en ella desde hace ya más de 20 años. Por desgracia, él sabe bien que se trata de un territorio que ha conocido en el último siglo el drama de los desplazados, primero durante la guerra civil española y después debido a la emigración por causas económicas, que ha situado a este territorio entre los más despoblados del continente europeo, por lo que se convierte en un magnífico microcosmos del problema planteado que le sirve al autor como punto de partida, para desde lo próximo extender sus observaciones al resto del mundo. De igual forma, la mirada cinéfila de Millán abarca desde la filmografía del calandino universal, Luis Buñuel, del que es uno de los mayores expertos, hasta directores de las cinematografías más recónditas y desconocidas del resto del planeta, en un alarde de ejemplificación tan exhaustivo como agudo en su análisis.
   A continuación se abordan algunos conflictos bélicos del siglo XX –Segunda Guerra Mundial (con especial atención a Polonia y al holocausto judío), Guerra Civil española,  Revolución Mexicana, antigua Yugoslavia  y los todavía no resueltos problemas del pueblo Kurdo, Palestina, Afganistán, Siria, etc., marcados todos ellos por grandes desplazamientos de personas.
   Prosigue estudiando los fenómenos migratorios y sus causas (tanto políticas, como sociales, económicas etc.), y los refugiados medioambientales debidos a fenómenos de todo tipo, analizando en profundidad el fundamento final de todos ellos: el cambio climático.
   Por último, se observa el fenómeno de los desplazamientos forzados en América Latina desde diferentes ángulos, tanto los causados por los conflictos armados (golpes de estado de Chile y Argentina, y sus consecuencias de represión y exilio) y las desigualdades sociales, como los que son por motivos políticos (balseros cubanos, entre otros) o por la violencia de la delincuencia organizada y el narcotráfico.
   Un mundo de alambradas es una propuesta tan interesante como comprometida que, como hemos anticipado, a pesar de que son cientos las películas comentadas y analizadas, no se queda en modo alguno en la mera erudición, sino que denuncia el problema y obliga al lector a pensar soluciones en aras de mejorar nuestro mundo.


FRANCISCO JAVIER MILLÁN, Un mundo de alambradas. Desplazados: cine y realidad, León, Festival de Cine de Guanajuato, 2014. 

jueves, 30 de octubre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (VIII)

Muestra de Cortometraje Aragonés Maestrazgo Imagen.

Después de esta experiencia, en el campo de los festivales sólo cabe destacar el tan loable como efímero intento de la Muestra de Cortometraje Aragonés Maestrazgo Imagen, iniciada en 1999 y concluida en el 2003, que supuso un intento, no sólo de crear un marco de exhibición de proyectos (muestra de carácter no competitivo, que contó con la colaboración de la Asamblea de Cineastas Aragoneses), sino también de concurso, Rally Audiovisual Maestrazgo 60 (un concurso de cortos de 60 segundos de duración que debían grabarse y montarse en el mismo día) y de consolidar una Beca, Maestrazgo Imagen, dotada con la nada despreciable cifra para la época de 1.000.000 de pesetas, para trabajos cuya finalidad primordial era la de rescatar y promocionar el patrimonio cultural y paisajístico de la comarca. De alguna manera, la finalidad última de la Muestra fue la de reivindicar la belleza natural y monumental del Maestrazgo turolense ofreciéndolo como escenario.

Por el festival pasaron y dejaron testimonio videográfico los mejores valores del cine aragonés del momento, algunos de los cuales todavía continúan en activo y son ya referentes del cortometraje en Aragón, es el caso de Jorge Blas, Cristina Palacín, José Manuel Fandós, Iván Castell, Javier Estella, José Ángel Delgado, Julián Martín, Rebeca Cavero, Óscar Andrés, Pablo Lozano, José Manuel Herráiz, Jesús Burriel y un largo etcétera. 

sábado, 25 de octubre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (VII)

Un corto mítico: Mayumea.


A mediados de los ochenta, se crea la productora turolense Estela Producciones de Imagen, con ella Víctor Lope (Teruel, 1958), en colaboración con José Miguel Iranzo, realiza Mayumea (1985) y  ya en solitario Mudéjar (1987) y Amante de Teruel (1989). Mayumea es un corto de factura profesional muy bien elaborado en 35 mm. (consiguió el premio del público en el Festival de cortos de Huesca y fue comprado por Televisión Española para su emisión), con una magnífica ambientación en Noguera de Albarracín, en el que se combina una historia de amor similar a los Amantes de Teruel y la popular fiesta de los Mayos de la Sierra de Albarracín. Una verdadera proeza para la época si tenemos en cuenta los medios de que dispusieron sus creadores, que en la actualidad resiste a la perfección su revisión. Compruébenlo ustedes mismos.




viernes, 17 de octubre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (VI)

El documental. El Seminario de Arqueología y Etnología Turolense del Colegio Universitario.


En este ambiente cinéfilo del Teruel de los años ochenta destacaron también las producciones documentales en Super-8 de carácter etnográfico del Seminario de Arqueología y Etnología Turolense del Colegio Universitario, donde trabajaron principalmente Ángel Gonzalvo, Víctor Lope, Felix Serna y Jorge Escudero, realizando diferentes documentales sobre fiestas tradicionales (Fiestas de la Virgen del Cid o La romería de la Virgen de la Estrella), bailes populares (El dance de Alloza en honor de San Blas, El dance de Visiedo), oficios (Cómo se gafa un puchero, Cestería en Mora de Rubielos, Elaboración del pan en Mora de Rubielos y Alfarería en Huesa del Común), etc.

viernes, 10 de octubre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (V)

El grupo de amigos de Sangría-Films, junto con componentes de otros colectivos (Alambique Films, con Luis Esteban como director de cortos como El tabaco mata (La leyenta del tabaco sin nombre); Alejandro Benedí, Robino y la princesa; Jesús Zuriaga, etc.)  crearon la Asociación de cine amateur Cineocho, presidida por Fermín Pérez, bajo cuya dirección organizan la I Muestra de Cine en Super-8 de Teruel, que tuvo lugar durante los días 3 y 4 de enero de 1983.
La II muestra Turolense de Cine en Super-8 alcanzó ya una dimensión nacional al acudir a la cita trabajos procedentes de Zaragoza y de diferentes partes de Cataluña.
En la III edición en 1985 pasó  a denominarse Festival turolense de Cine en Super-8 y contó ya con el apoyo de las instituciones locales, provinciales y autonómicas.
En 1986 tuvieron lugar dos ediciones, la IV, en enero, como en anteriores ocasiones, y la V, en la primera semana de octubre, fecha que se consideró más apropiada para llevar a cabo el evento y que en las próximas fluctuaría entre finales de noviembre y principios de diciembre, al tiempo que se incorporaron numerosas novedades que dieron un nuevo impulso al Festival: el Concurso de Vídeo, la sección “Homenaje a…” (en esta ocasión se dedicó a Segundo de Chomón, del que se presentó un libro escrito por Pascual Cebollada), muestra retrospectiva (en este caso del director Fernando Colomo), muestra internacional de cine en Super-8 y de videoclips. De igual forma, ese mismo año, fruto del trabajo de Cineocho y del aumento progresivo de la calidad y cantidad de los cortos autóctonos proyectados en el Festival de Cine, la Diputación Provincial de Teruel institucionalizó una línea de ayudas a la creación Fílmica que se mantuvo durante los dos años siguientes y que sin duda contribuyó a crear un ambiente favorable para la creación audiovisual local de la que se beneficiaron la mayoría de los realizadores turolenses todavía hoy en activo.
En la VI edición de 1987, se incorporó al certamen el soporte videográfico, que convivió con el Super-8 hasta 1990 (el ganador en Super-8 fue el por entonces desconocido Juanma Bajo Ulloa con 100 aviones de papel), año en el que, ante la escasez de trabajos en cine, se convirtió en una muestra videográfica exclusivamente. Durante esta edición se desarrolló una experiencia única en Aragón al emitir la televisión local de Teruel (Teleté) programas propios durante más de ocho horas diarias, titánica empresa debida al esfuerzo de un plantel de profesionales altruistas y a toda una serie de colaboradores difícilmente repetible, pues a nadie se le escapa que para tamaña proeza la mencionada televisión no contaba con recursos suficientes.

En 1992 pasó a denominarse AnimaTeruel, una experiencia en España especializada en cine y vídeo de animación, para, como hemos señalado, desafortunadamente desaparecer en 1996. Durante las diferentes ediciones se publicaron -en su mayor parte en colaboración con el Instituto de Estudios Turolenses- modestas pero interesantes monografías sobre Chomón, Borau, Berlanga, los comics en el cine, el thriller norteamericano, los cineastas aragoneses, el cine de animación español y Luis Buñuel.

viernes, 3 de octubre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (IV)

Los gloriosos años ochenta: AnimaTeruel (III).


ÁNGEL GONZALVO
Fotografía de Lara Albuixech
Tomada de su página http://www.laraalbuixechphoto.com
También a comienzos de los ochenta, Ángel Gonzalvo y Félix Serna crearon la Estética Moderna P.C., realizando toda una serie de cortometrajes experimentales y de formación personal con títulos como El fotograma (1982);  El delantero que nunca ha fallado un gol, el portero al que nunca le han metido un gol (1982); ¿Qué es lo que más quieren las mujeres? (1982), una pionera incursión en la técnica de la stop motion con muñecos de plastilina, filmación fotograma a fotograma, cuyo origen se fundamenta en el descubrimiento del paso de manivela de Chomón; Para sostener esta postura, Bernstein (1984); Chupe como en América, chupe a la americana (1983). A finales de los ochenta el grupo se amplía con Julián Martín (hasta ese momento había trabajado el vídeo musical, por ejemplo, Esta es mi calle o La danza de las almas tristes, ambos de 1986, así como otros muchos proyectos que finalmente cristalizan en PKB 6, un pequeño estudio de audio y vídeo), abandonan el Super-8 y comienzan a experimentar con el vídeo en sus diferentes formatos. Así realizaron, Res mes es the best (1988), una aguda sátira ecologista narrada con la técnica del documental periodístico; El fotodrama (1989), una historia de amor, humor y cromos; Lección de anatomía (1990), un original documental sobre la matanza del cerdo realizado con la estética de un vídeoclip y música de Persa (Ángel Petisme y amigos); Una buena obra (1991), Un corazón como tú  (1991), Kollita (1993) y Sin tu amor (1993).

domingo, 28 de septiembre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (III)

FERMÍN PÉREZ
Por su parte, paralelamente, Fermín Pérez fundó otra productora independiente, Producciones Savijuc, con la que realizó numerosos cortos, caso de Son amigos (1983), un videoclip de 10’; Por un amor relámpago (1983), otro experimento con formato de videoclip de 6’;  Savijuc, diez años, una amistad (1983); Sociedad (1984), una experiencia en el mundo de la animación; Casualidad (1984), una incursión casera en el cine de la ciencia ficción; Cien cintas en el roble gris; Dejadnos vivir; El concurso; Recuerdos; Nubes, etc. Hacia finales de los ochenta Fermín Pérez firmaba sus trabajos como F.P.P producciones cinematográficas, productora con la que se planteó llevar a cabo el que quizá ha sido el proyecto más ambicioso de la cinematografía turolense, el rodaje del largometraje, “Rosario de Pasiones”, un thriller  basado en un guión de Elifio Féliz de Vargas y ambientado en un pueblo de Teruel (Rubielos de Mora o Albarracín). Para llevarla a cabo iba a contar como asesores técnicos con Fernando Colomo, Antonio Cuevas y José Luis Borau, pero con un equipo de rodaje que en principio se pretendía que fuese fundamentalmente turolense. En el elenco de actores pensó en combinar a sus habituales colaboradores, caso del citado guionista, Elifio Féliz, en el papel protagonista, o Tomás Pérez, quien también desempeñaría funciones de director artístico, con profesionales de prestigio como Ana Mariscal, Rafaela Aparicio, Guillermo Montesinos, Maribel Verdú, Luis Ciges o Florinda Chico. También el equipo técnico estaba formado en su mayor parte por turolenses, así a sus órdenes trabajarían Jesús Féliz de Vargas como Ayudante de Dirección, el story board correría a cargo de Ester Díaz, Isabel Lázaro sería la productora ejecutiva y Rafa Hidalgo se encargaría de la composición musical que ejecutaría el popular conjunto turolense del momento “El maquinista de la General”, etc. Un sueño que al final no llegó a hacerse realidad. 

sábado, 20 de septiembre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (II)

Los gloriosos años ochenta: AnimaTeruel (I).


El único festival de cierta envergadura con el que ha contado Teruel fue AnimaTeruel, irremediablemente perdido en 1996 por falta de apoyos económicos. Paradojas de la vida: el año en el que se celebraba el centenario del nacimiento del cine, Teruel perdía su único festival. Su origen se remonta a comienzos de los años ochenta, cuando varios colectivos de jóvenes aficionados al Super-8 decidieron mostrar en conjunto sus producciones y unirse para formar, en 1981, un grupo de cine independiente, San-Gría Films, compuesto por los hermanos Elifio y Jesús Feliz de Vargas (hasta  este momento habían trabajado como Vargas Bross Producciones, realizando varios cortos en Super-8. En ocasiones esporádicas continuaron con esa denominación, caso de títulos como Teruel, 1982; El río, 1983;  Pretérito imperfecto, 1986 y Cuando los dragones poblaban Centroeuropa), Fermín Pérez, Ester Díaz, Tomás Pérez, María José González, Arturo Muñoz, José Antonio Berrón, Mariano Aranda y Alfredo Molina, quienes realizaron diferentes trabajos caseros como Que Dios nos pille confesaos; Co-chinada (1982), una sátira de las películas de artes marciales; Ojos que no ven (1983); Por el imperio, una parodia del descubrimiento de América; La Tierra es redonda y se demuestra así (1984), Los Amantes de Teruel (1985), una película de animación a partir de un cómic de José Castañé y Javier Rubio o El chiclé-chiclete (1986) una obra experimental con la que de alguna manera homenajeaban a los pioneros del cine, compuesta de un único plano secuencia en el que se nos muestra los múltiples malabarismos de un virtuoso del chiclé, etc. 

viernes, 12 de septiembre de 2014

¡SILENCIO, SE RUEDA!: UNA APROXIMACIÓN AL CORTOMETRAJE TUROLENSE (I)

La presencia de turolenses en el mundo audiovisual español puede considerarse como milagrosa si nos atenemos a las posibilidades con las que han contado –y cuentan- los esforzados aventureros del séptimo arte en nuestras latitudes: escasas o nulas subvenciones, efímeros festivales y muestras, nulo tejido industrial, etc. Y esto no sólo en nuestra provincia, sino también en la Comunidad Autónoma. Por ello, en su mayor parte se han visto obligados a una forzada emigración o a relegar su vocación cinematográfica al plano de las aficiones y a vivirla como algo tangencial en sus vidas, que en el caso de los más afortunados mantiene con sus respectivas profesiones oblicuas vinculaciones.
Los pioneros: el Cine Estudio “Luis Buñuel”.

En el Teruel franquista de finales de los años sesenta, como una contribución más al devenir cultural de la capital de lo que se ha venido a denominar “generación paulina” del Colegio Menor San Pablo, se creo el Cine-club “Luis Buñuel”, que el 19 de noviembre de 1967 comenzó su andadura con la proyección de la película Torero, de Carlos Vela. Entre sus primeros integrantes estaba el por entonces recién llegado profesor del Instituto “Ibáñez Martín”, José Antonio Labordeta, quien ejerció de maestro de ceremonias en sus primeras sesiones introduciendo la película antes de su visionado y comentándola después. El éxito fue inmediato y en su segundo año de existencia ya eran 140 sus socios. Así, como consecuencia del mismo, se produjo el primer intento de crear en Teruel una muestra cinematográfica de cine amateur,  de forma que entre el 9 y el 15 de septiembre de 1968, tuvo lugar el I Certamen Nacional Amateur Luis Buñuel, organizado por el Cine Estudio “Luis Buñuel”, de la Obra Sindical de Educación y Descanso (entre sus miembros más destacados estaban Francisco Laínez, Antonio Cano, José Antonio Labordeta, José Sanchís Sinisterra, Néstor Esparrells, Manolo Mengod y Julio Salvador), al que concurrió el cortometraje de 15’ de duración de los turolenses Felix Brun, Vidal Muñoz y Jesús Zuriaga, Años atrás, una historia ambientada en la prehistoria con toques de humor, rodada en el “El Salobral”, un paraje natural junto al conocido como “Puente Minero”, en las proximidades de la ciudad, que al fin y a la postre conseguiría el Diploma a la primera realización. También concurrió al evento el profesor Eloy Fernández Clemente (Andorra, 1942), a la sazón profesor del Instituto “Ibáñez Martín” de la ciudad,  con Recuerdos (corto protagonizado por alumnos de una escuela de primera enseñanza), que consiguió el Diploma a la mejor fotografía en blanco y negro, y con A meiga (La bruja), corto en color de corte simbólico protagonizado por unos gatos y una gallina.

domingo, 7 de septiembre de 2014

EL PINTOR EN SU ESTUDIO: AGUSTÍN ALEGRE MONFERRER (III)

FOTO MIKI BARRERA      

 Como por razones de espacio me resulta totalmente imposible relacionar los numerosos premios que Agustín ha recibido a lo largo de su trayectoria profesional, le pido que destaque uno. Creo ponerlo en un nuevo apuro, pero otra vez me contesta sin dudar: “La medalla de oro del Ayuntamiento de Teruel.” Y es que Agustín es rotundo en lo verbal, Teruel, sus tierras y sus gentes, son muy importantes para él: “Teruel y sus alrededores son mis temas predilectos.“ Cierto, basta con observar una pequeña parte de su obra para comprender que su mundo artístico se concreta en lo próximo y cotidiano: el paisaje turolense, el retrato de familiares, los bodegones, las naturalezas muertas… “Yo estaba tomando contacto con Italia, me iba bien, pero tuve que regresar, mi hija Miriam me necesitaba. Iniciamos un periplo vital buscando soluciones para su enfermedad, Madrid, Castellón, una década de peregrinaje hasta que al final le dije a mi mujer que lo de dar vueltas se había acabado y nos volvimos a Teruel. Era lo mejor para la niña y para nosotros.”
            Es inevitable la referencia a Fermín, le pregunto por su influencia en la pintura de su hermano menor, muerto prematuramente, pero la niega tajante: “Yo no he querido ser maestro de mi hermano. Nunca le he dado lecciones. Ni a él ni a nadie. Fui profesor de manera circunstancial, pero no es lo mío. El pintor aprende, pero no se le puede enseñar. Tiene o no tiene ese don. Con Fermín coincidíamos en muchos aspectos. Él era realista como yo, más agradable, le iba más la luz, era más levantino. Aunque tenemos muchas cosas en común.”
            El tiempo vuela y tenemos que despedirnos de este genial pintor, maestro de la pintura figurativa española contemporánea, humilde, afable, espontáneo, alejado de todo divismo. Se considera un artesano de la pintura, al que no le importa la crítica y ha vivido ajeno a las modas artísticas -”El pintor ha de ser personal”-, recluido en su trabajo diario y en su ciudad de provincias, quizá por eso no suficientemente valorado. Pese a todo, concluye con su contundencia verbal: “Yo si volviera a nacer sería pintor. Aunque se sufre mucho, porque nunca consigues lo que quieres.”




viernes, 29 de agosto de 2014

EL PINTOR EN SU ESTUDIO: AGUSTÍN ALEGRE MONFERRER (II)

     
Rifeño, 1971
En la actualidad, Agustín sigue trabajando con intensidad, “siempre que mis obligaciones de jubilado me lo permiten”, apostilla entre irónico y divertido. Sus cuadros pueblan las paredes de su estudio y se acumulan por cientos. Le pregunto si lleva la cuenta de cuántos ha pintado a lo largo de su vida y no sabe decirme una cifra exacta, “nunca he llevado un registro, pero tal vez sobrepasen los dos mil.”  Decido ponerlo en un brete y le pregunto por su preferido. Sin dudarlo, me muestra un óleo sobre lienzo de 1971 titulado Rifeño, y acto seguido pone en mis manos la espingarda que utilizó para pintarlo. “África me atrae: el Sahara, su desierto, sus gentes… Sobre todo sus gentes. Su paisaje se parece mucho al de Teruel.” Sus palabras nos retrotraen al pasado, cuando fue pensionado a principios de los setenta para pintar durante tres meses en el Sahara. Agustín es un buen narrador, sus vivencias, anécdotas, viajes -Egipto, Alejandría, Jordania, Israel, etc.-, como sus cuadros de jinetes, vendedores ambulantes, pescadores, ruinas de míticos lugares, etc., desprenden un halo de misterio y aventura.

           
Conejos desollados, 1984.
Agustín se encuentra a gusto, se muestra como es, sencillo, próximo y humano. Nos explica cómo trabaja en su estudio y nos muestra sus cuadros: “con ese de ahí arriba (Conejos desollados) gané  la primera medalla nacional de  Pintura en el Salón de Otoño de Madrid en 1984”. Sus obras son ventanas a otros lugares en las que se ha detenido el tiempo y se huele el campo, el humo de los pueblos, el vino de las tabernas…; en las que se mezclan los rojos de las arcillas, los ocres, el negro… Un universo de colores en armónica y  agresiva convivencia. Y es que la pintura de Agustín, como afirma su amigo, el conocido acuarelista, Julio Visconti, “es el resultado de vivencias y andaduras, donde el aceite se mezcla con el sudor de los caminos y el polvo de las tierras (…). “

viernes, 22 de agosto de 2014

EL PINTOR EN SU ESTUDIO: AGUSTÍN ALEGRE MONFERRER (I)



           
AGUSTÍN ALEGRE
FOTO DE MIKI BARRERA
Agustín Alegre (Santa Eulalia del Campo, Teruel, 1936), sonrisa franca y barba blanca de venerable patriarca, fuerte, jovial, ilusionado con la vida, ha preparado con mimo la entrevista y  nos recibe en su estudio de Villa Miriam –nombre de su hija autista-, situada en la calle Leocadio Brun,  aquel sencillo maestro, que nos dio clases en Las Anejas y nos tuvo a tantos turolenses en sus rodillas la noche de Reyes repartiendo regalos e ilusión, fue el padre de su mujer, Amparo Brun. Le comento que recuerdo a su suegro como un excelente dibujante y aprovecho para preguntarle por sus primeros maestros. Sin dudarlo me habla de la gran influencia que ejerció un primo suyo, Fermín, al que siempre consideró como “su hermano mayor”: “Me enseñó a cuadricular las láminas, a usar el difumino y le decía a mi padre que yo tenía condiciones para dibujar.” Y eso era mucho, pues su progenitor pensaba que “el oficio de pintor es oficio de espanaos y para pasar hambre ya estás bien donde estás.”  Pero pronto se tuvo que rendir a la evidencia, el chico valía para la pintura: “Una tarde, mi padre, cansado de ver que no aprovechaba el tiempo, me puso a hacer muestra. Aburrida tarea que pronto abandoné para dibujar un cartel de Nitrato de Chile. Al ver el resultado, mi padre, orgulloso, se fue a mostrarlo por la vecindad.” 
              Vuelve a mi pregunta y recuerda a Salvador Gisbert (hijo) -profesor de dibujo en la Escuela de Arte y Oficios-, a don Ángel Novella –a la sazón director de la citada Escuela-, al canónigo don Emilio Rabanaque, quien le compró su primer cuadro.
          Colgado en la pared de entrada a su estudio descubro una copia del conocido Autorretrato de Velázquez y aprovecho para preguntarle por sus pintores preferidos. “Velázquez es divino”, dice, pero de entre los españoles muestra su preferencia por Goya: “Yo soy muy triste pintando. A mi me inspiran mucho las pinturas negras de Goya –hay quien lo ha calificado del “Goya del siglo XX”-. Siempre cierro la visita al Prado con su visión. Te contaré una anécdota protagonizada por mi hija Nuria: viviendo en Madrid, la llevé de niña al Museo del Prado. Fuimos a ver las pinturas negras de Goya y la dejé sentada frente a ellas. Al poco la oí llorar y le pregunté la razón de su llanto: ‘¿Los mayores se comen a los niños?’, me inquirió desolada. Se refería al Saturno  de Goya. ‘No hija, por supuesto que no’, la tranquilicé. A la visita siguiente la llevé ante otro Saturno, el de Rubens. ‘Este ya no me da miedo’, me dijo”. Otros pintores que cita junto al genial aragonés son Solana, Zuloaga y Sorolla. De los extranjeros le apasiona Rembrandt, en especial su cuadro titulado La novia judía.

            Vuelvo a ser malo y le pregunto por los artistas turolenses. Me habla de su amigo y compañero de estudios artísticos en la Academia de San Carlos de Valencia, Paco Pérez Monleón, del escultor José Gonzalvo y del que fuera también escultor y amigo, Isaac Rodríguez, de Jabaloyas, “un artista con unas condiciones increíbles”, sentencia rotundo. 

domingo, 17 de agosto de 2014

RESEÑA DE LA NOVELA "LIMBO" DE AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO.

Esta reseña se publicó en la revista TURIA Nº 111

En la actualidad la literatura se mide más por los resultados económicos que por su valor literario, de ahí que proliferen por doquier las novelas clónicas y el golpe del martillo creativo remache, una y otra vez -una y otra vez-, en los mismos clavos de los géneros que más venden -histórico, policíaco, fantástico, etc.- y se repudie al diferente calificándolo con sutileza eufemística de raro o excéntrico, cuando debería reconocerse su esfuerzo por salirse de los caminos trillados de la narrativa de consumo y buscar un espacio propio en el que vivir la escritura como oficio de libertad, no es fácil encontrar escritores con la personalidad de Agustín Fernández Mallo, licenciado en física, músico, poeta, ensayista y novelista, que lucha por tener voz propia y lo hace en todos sus planteamientos creativos, recordemos, por citar un ejemplo, su interesante Preyecto nocilla, una trilogía novelística ciertamente novedosa.
           
Su última obra, Limbo, es una nueva propuesta personal que podrá gustar o no, pero que, sin duda, no dejará indiferente a nadie. El arte de la novela es el arte de la forma en la que se narra, Eloy Fernández Mallo así lo entiende y en su escritura, alimentada por una nutrida intertextualidad literaria y científica, late siempre un impulso experimental unido a una mirada humanista –con sobredosis de ciencia para lo que estamos acostumbrados- que indaga en la identidad del hombre contemporáneo, pero que nadie espere respuestas redondas, esquemáticas o ideológicas: Fernández Mallo trata de mostrar antes que contar una historia, o historias, con moraleja.
            Limbo es una exploración de la realidad, una visión, una intuición del mundo expuesta desde perspectivas varias que se ofrecen al lector para que saque sus propias conclusiones: el retrato de los otros puede ayudarnos a entender mejor el mundo y a nosotros mismos, sin importar tanto la historia que se cuente, pues, al final, todas las historias son la misma historia.
            Su distribución narrativa en contrapunto es un intento de reflejar la fragmentación  del mundo actual y su globalización, donde todo está conectado y todo dota de sentido a todo y, como se dice en la novela, donde una mínima variación cambia radicalmente el conjunto. La heterogeneización estructural y narrativa de su propuesta viene enmarcada por el capítulo 0, “El gran salto”, donde expone el momento en el que Werner Heisenberg, a la edad de 23 años, experimentó la iluminación del principio de incertidumbre, en especial su intuición de “entender cómo es el mundo fijándose en los estados iniciales y finales de las cosas, sin preocuparse de cuanto ocurre en medio de ambos, camino o tránsito que de este modo queda constituido en una especie de limbo.” Limbo en el que se encuentra una mujer que recorre Estados Unidos acompañando a un hombre obsesionado por encontrar el quimérico Sonido del Fin, y en el que se sumió al ser secuestrada también a la edad de 23 años y sufrir un largo encierro en el que tuvo interesantes intuiciones sobre su cuerpo, su sexualidad y la vida. 
Por otro lado, en otro tiempo y lugar, dos amigos se aíslan en una extraña casa de la bretaña francesa para investigar sobre el sonido y grabar un no menos extraño disco con canciones gemelas. En otro momento, un escritor español conoce en una librería mexicana a una  enigmática joven que le descubrirá el suicidio de una secuestrada años atrás, encerrada en el mismo piso que habitan, la existencia del Sonido del Fin y le propondrá viajar por Estados Unidos. En este punto, la narración se ha convertido ya en un anillo de Moebius, en un juego especular barroco y borgiano, en una fuga narrativa en la que el lector se sumerge tratando de aclarar quién es quién en la historia o cuándo sucede qué: el tiempo se estira como una goma de mascar, la frontera entre la vida y la muerte se diluye y el azar juega con las vidas, manifestando la fragilidad del ser humano y la sutil conexión holística de unos con otros. La novela se cierra con “El informe del limbo”, noticias que dan cuenta de todo aquello que pasa mientras están sucediendo las historias anteriores, donde los observadores se convierten en observados -visión escópica-, donde, siguiendo con Heisenberg, al observar cambiamos la realidad observada.
            Fernández Mallo no busca una recepción racional de las ideas, sino más bien una empatía subjetiva con las situaciones, los sentimientos y las diferentes intuiciones de sus personajes al percibir la realidad. Su propuesta supone un nuevo modelo de identificación lectora: el lector no se identifica con una situación, sino con la de todos en su conjunto. De alguna manera, su novela pretende ser un espejo universal humano, una deconstrucción del mundo y de la realidad asentada en el principio de incertidumbre o, mejor aún, en una poética de la incertidumbre; el lector no encontrará un ideal encarnado en un único personaje, sino que se verá a sí mismo incompleto, fragmentario, confundido, como reflejado en un espejo roto que nos muestra partes de nosotros mismos que bien pudieran ser las de otros. Limbo es una novela poema, una novela composición musical que hace vibrar al lector más allá del sentido controlado del relato, de lo racional, adentrándose en el terreno de las emociones, de las intuiciones.

AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO, Limbo, Madrid, Alfaguara, 2014.