CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 20 de febrero de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTANEAS (IV)

El hombre que tenía la costumbre de ir al cine a enamorarse

Cuando uno lee las memorias de Eloy, descubre pronto su gran pasión cinéfila, su amistad y admiración por todos los grandes hombres de la fotografía y el cine de nuestra comunidad, con los que ha colaborado siempre que se lo han propuesto: los Sánchez Millán, Manuel Rotellar -cuya memoria, dice, “aún espera un estudio a fondo”-, José Luis Borau, Antonio Artero, Alfredo Castellón, Saura, Sánchez Vidal, Luis Alegre, y tantos y tantos otros.
Ya desde la infancia abundan las referencias al cine, primero como espectador,  después como estudioso en sus diferentes aspectos: participante en diversos cinefórum (en el del Colegio Mayor San Francisco Javier, donde estuvo interno durante su estancia en Madrid, colaboró intensamente con su creador, el entonces estudiante de ingeniería, luego licenciado en Químicas y actualmente histriónico, polémico y reconocido crítico cinematográfico, Carlos Pumares. De igual forma, en el Centro de Estudios Sociales del Valle de los Caídos, trabó una buena amistad con el estudioso del cine y realizador Fernando Méndez Leite).
Fue también conferenciante, crítico en Radio Popular o en los periódicos El Pilar y Lucha (para este llegó a entrevistar al director de cine francés Marcel Blistène, quien le habló de todos los grandes actores y actrices que habían trabajado con él, en especial de Brigitte Bardot, de quien dijo “da a Francia más divisas que la Renault” o que “da maravillosos resultados en películas dobladas, ya que une en ellas su cuerpo a una voz de persona inteligente”) e, incluso, actor ocasional y cineasta amateur.
Eloy es, sobre todo, un mitómano irredento, como señala Antón Castro: “amaba a Jaqueline Bisset, a Claudia Cardinale, a Gina Lollobrigida o a Gene Tierney con pasmosa naturalidad y tenía la costumbre de ir al cine a enamorarse.” Quizá por eso, como agradecimiento a su paciente tutelaje en Andalán y tributo a su magisterio y amistad, su discípulo, compañero y amigo, Luis Alegre, lo llevó a esperar a Charo López a la estación del Portillo en una de sus visitas a la capital maña. De alguna manera, Eloy fue uno de los impulsores, junto con su antiguo alumno, del ciclo “Yo confieso”, que desde su creación hacia finales de los noventa, tiene lugar en la Facultad de Económicas y Empresariales,  hoy con el nombre de “La buena estrella”, por el que han pasado un sinfín de directores, productores, actores y actrices de nuestro cine.
Corría el año 1962 y José María Forqué grababa algunas escenas de  Accidente 703 en Zaragoza, con un elenco actoral de lujo (José Luis López Vázquez, Julia Gutierrez Caba, Lola Herrera, Manuel Alexandre, Manolo Gómez Bur, Jesús Puente y Nuria Torray, entre otros muchos), una película de tesis en la línea de la aclamada Muerte de un ciclista, de Bardem, en la que diversos personajes pasan de largo ante un trágico accidente de circulación protagonizando otras tantas historias. Allí acudió nuestro joven periodista de Radio Popular para realizar un reportaje en profundidad del rodaje: entrevista con Forqué; impresiones de los componentes del equipo técnico y actores, crítica de la película y… una pequeña participación como figurante en la que aparece vestido con una gabardina cruzando los porches de Independencia.
No fue esta la única ocasión en la que colaboró como actor. En 1969, durante su estancia en Teruel, Labordeta le presentó al singular director vanguardista Antonio Maenza, quien le pidió que participara en una película que estaba rodando en Zaragoza, El lobby contra el cordero. Allí Eloy, aunque parezca increíble, hacía el papel de un policía represor que golpeaba al propio Maenza, sentado en una silla de ruedas, ¡con el mamotreto de su propia tesis doctoral! (La ilustración aragonesa). ¡Qué gran acierto y cuántas lecturas simbólicas!
Volviendo a 1962, ese mismo curso académico Eloy ejerció como maestro interino en el Grupo Escolar San Braulio, en el zaragozano barrio del Picarral. Allí, adelantándose a los tiempos, empleó el cine como herramienta educativa y como lenguaje que debe ser estudiado: técnica cinematográfica, recursos, trucos, montaje, personajes, etc. Al final, como colofón, realizaron con escasos medios una película, Apenas me quedan recuerdos, cuyo guión elaboró él mismo a partir de algunas páginas de Recuerdos de niñez y mocedad, de Unamuno, en la que un hombre de unos cincuenta años –papel que interpretó él mismo- regresa a su escuela después de mucho tiempo y comienza a recordar su pasado.
De nuevo en Teruel, en septiembre de 1968, tuvo lugar el I Certamen Nacional de Cine Amateur “Luis Buñuel”, al que Eloy presentó el citado cortometraje Recuerdos, con el que consiguió el premio a la mejor fotografía en blanco y negro, y los que había rodado ese mismo verano en Galicia con la productora familiar “O Moucho”, formada por Jaime Santiago, Antonio Salgueiro y él mismo, con la que rodaron los cortometrajes, Os cimeteiros galegos, A Feira y A Meiga, en la que, como anticipa el título, trataba el tema de las brujas y donde participó también como actor interpretando a un cura exorcista.
Poco después, en 1970, un paisano, Antonio Obón, le pidió que lo acompañase como asesor a un concurso cultural de TVE en el que llegaron a la final, que no ganaron, según cuenta, por marrullerías de los organizadores.
Para la delegación de TVE en nuestra comunidad, en 1988, realizó, rodó y montó, un guión sobre “Los medios de comunicación en Aragón”. Dos años más tarde, intervino en el mediometraje, Aben Gali, de Félix Zapatero, rodada en Daroca, sobre la expulsión de los moriscos.
De igual forma, Eloy Fernández Clemente ha colaborado en documentales como los dedicados a El Pastor de Andorra, a Labordeta, a Manuel Rotellar, etc. También fue asesor en cuestiones de producción en la colección de videos Historia de Aragón, premiada con medalla de plata de Arte y Cultura en el Festival de Vídeo de Nueva York.
Quizá su colaboración más curiosa para televisión sea la realizada en 2004 para Channel Dos de Londres, sobre el aristócrata italiano Enzo Ferrajoli, autor de un robo que Eloy puso negro sobre blanco en Andalán ( núms. 435-436, 1985, pp. 40-45), titulado, “La desaparición de los incunables de La Seo. Un apasionante relato de investigación, casi policíaco, digno de la mejor Agatha Christe, de los hechos acaecidos desde la desaparición de los primeros libros en la inmediata posguerra, pasando por la detención del delincuente, hasta llegar al fallo de la sentencia condenatoria en 1964. Para disfrutar o llorar con la historia, tantas veces repetida, del expolio de bienes culturales aragoneses.

En este campo, Eloy tiene una espina clavada, la anticipa en sus memorias ya publicadas, para tratarla más por extenso en la última entrega: el fallido intento de rodar una película sobre Cabrera y la guerra carlista en el Maestrazgo, cuyo director iba a ser el calamochino José Antonio Vizárraga y el protagonista José Antonio Labordeta.

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