CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

sábado, 1 de marzo de 2014

ELOY FERNÁNDEZ CLEMENTE: DIEZ INSTANTANEAS (V)

La generación paulina.

El primitivo Grupo de Teruel. De izquierda a derecha: Joaquín Carbonell,

 Fernando Sarrais, José Antonio Labordeta, Mari Carmen Magallón
 y Federico Jiménez Losantos. | Archivo Privado
Foto tomada de LIBERTAD DIGITAL

En 1966 se casó con Mª Luisa Santiago, compañera de estudios y la mujer de su vida, con la que ha tenido tres hijas. Recién licenciado en Pedagogía y con problemas importantes para concluir sus estudios en la Escuela de Periodismo debidos a una carta escrita junto con José Oneto –vinculado por entonces a France Presse y una década más tarde director de Diario 16-, publicada en el diario Le Monde, en la que manifestaban su disconformidad con la expulsión de los profesores universitarios Aranguren, Tierno y García Calvo, entre otros sancionados, se trasladó a Teruel con su mujer, donde residió durante cinco años, dando clases en diversos centros educativos (La Salle, Las Viñas y el Instituto Ibáñez Martín), al tiempo que terminaba por libre la inconclusa carrera de Periodismo, comenzaba su actividad investigadora (redactó su ya citada tesis), escribía sus primeras obras (Nipho y la educación, 1968; Educación y revolución en Joaquín Costa, 1969[1]) y ejercía una intensa labor como agitador cultural de la ciudad desde el periódico local Lucha[2], Radio Zaragoza, Radio Teruel, Cuadernos para el diálogo (escribió varios artículos de viajes sobre la provincia de Teruel), el propio Instituto y, sobre todo,  desde el Colegio Menor “San Pablo”[3], donde fundó la revista colegial, ejerció de psicopedagogo, fue mantenedor de las fiestas, conferenciante, etc. Compañeros suyos en estas tareas fueron los por entonces también profesores del Instituto, José Antonio Labordeta, José Sanchís Sinisterra, Agustín Sanmiguel, Jesús Oliver, etc., con los que dejó una huella cultural indeleble en la capital turolense.
Con Labordeta trabó una “amistad inconmovible”, fraternal, de mutua admiración y respeto. En el extenso y emotivo capítulo que le dedica en su segunda entrega de memorias, dice que “soñamos juntos Andalán” y lo reconoce como líder indiscutible de la publicación. Lo recuerda como compañero de fatigas periodísticas y políticas -con él y otros catorce amigos fundaron el Partido Socialista de Aragón (PSA)-, como cantautor, poeta y gran comunicador, pero, sobre todo, como ejemplo de amistad y de conducta: “Su trayectoria, su obra, su mensaje, van a permanecer sin duda, alertando y estimulando en tiempos de crisis y depresión, no solo económica sino también democrática, social, de valores.”
Por su parte, Labordeta sostenía que Eloy “era el inventor de todo”, el inventor de Aragón, incluso, del mismo Labordeta, pues fue él quien le  provocó para componer una canción dedicada “a nuestra tierra que fuera una especie de himno sin ser un himno”. Ese fue el origen del “polvo, niebla, viento y sol”. 
Muchos fueron los discípulos que tuvo en este tiempo, nombres importantes en sus diferentes profesiones, todos ellos, como en los que vendrán posteriormente en el ejercicio de su magisterio en Zaragoza, con una constante, una especie de marca de la casa muy especial: su concepción humanística, global del saber: Manuel Pizarro y su hermano, el malogrado Amador Pizarro, Carlos Casas, José Luis Simón, Serafín Aldecoa, Chuse María Cebrián, Eliseo Moreno, Rafael Navarro, Federico Trillo, hijo del a la sazón gobernador civil de idéntico nombre, al que le puso un 6 –sirva esta apostilla para aviso de navegantes wertianos- y como graciosamente recuerda, “conmigo no cupieron interpretaciones, que las hubo, de que suspender a un hijo del gobernador era de rojos…” Algún tiempo después, asentado ya Eloy en Zaragoza, aquel fue ascendido a gobernador  de esta ciudad y nos comenta que “le faltó tiempo para afirmar que lucharía contra los dos mayores enemigos del régimen, que eran ‘Andalán y los jesuitas del Centro Pignatelli’” Al poco lo citaba su secretaria y Eloy, en un arranque de valor, le contestó que él solo lo podía recibir los martes de una a dos en su despacho de la Facultad.
Así pues, sus alumnos fueron legión, pero hay uno muy especial, inclasificable: Federico Jiménez Losantos, “preguntón, siempre sonriente y provocador”, del que cuenta la simpática anécdota siguiente: “[…] al ver la foto de su padre –alcalde de Orihuela del Tremedal- con Franco, que ponía su mano sobre la cabeza del pequeño, yo le decía, para su indignación: ‘Federico, por eso no has crecido, Franco era como Atila, donde ponía la mano ya no crecía nada’.”




[1] Con motivo de esta publicación, el diario Lucha, 10 de julio de 1969, le dedicó una extensa entrevista. Durante esta época también publicó varios artículos dedicados a figuras aragonesas destacadas de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, como Andrés Piquer o Tadeo Calomarde, publicados en la revista Teruel, del Instituto de Estudios Turolenses, de cuyo Consejo científico llegaría a formar parte años más tarde.
[2] Por ejemplo la serie de 11 artículos de opinión sobre la Carta Encíclica del Papa Pablo VI, “Comentarios a la Populorum Progressio ; las cinco entregas de “La juventud es siempre noticia”, la rareza del poema “El asesinato de Martin Lutero King: elegía de urgencia”; el artículo premiado por los almacenes Gay de Zaragoza, “Aragón, Sender y los exilios. Un premio y otras peripecias de un escritor universal”, etc.
[3] Quien más y mejor ha estudiado su presencia en Teruel y su vinculación con este centro educativo es el profesor Francisco Martín, en esta misma revista publicó toda una serie de documentados artículos al respecto, “Teruel en los años sesenta: la generación del Colegio Menor San Pablo. Un soplo de libertad en pleno franquismo”, Turia, núms. 71-72, 73-74, 75, 76. También sus  integrantes han escrito recuerdos de esta época: José Antonio Labordeta, “Memoria de Andalán”, prólogo al ïndice de Andalán, Zaragoza, Microfilmaciones Zaragoza, 1991 o en “Primaveras tardas”, Aragón Rutas, 26 (2003); Eloy Fernández lo hace en sus Memorias, pero también en diferentes colaboraciones, como por ejemplo en “El Colegio Menor San Pablo”, Diario de Teruel (21-IX-1995) o “El Colegio Menor San Pablo”, en Miscelánea conmemorativa del 150 aniversario del IES “Ibáñez Martín” de Teruel, Teruel, MEC, IES “Ibáñez Martín”, 1996, p. 83. ; Federico Jiménez Losantos en el prólogo a Tierra sin mar (Zaragoza, Xórdica, 2002), de José Antonio Labordeta; Joaquín Carbonell, “Teruel: la generación del San Pablo”, Andalán, 51-51 (15-X-1974), p. 4 o en “Memoria iconoclasta de un colegio histórico” Periódico de Aragón, “Especial Fiestas del Ángel”, 1990: Javier Lacruz, “Notas sobre la generación paulina”, Rolde, 97-98 (Julio-Diciembre, 2001), p. 74.

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