CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

domingo, 1 de febrero de 2015

RESEÑA: "MIENTRAS NIEVA SOBRE EL MAR", DE PABLO ANDRÉS ESCAPA

LA EMOCIÓN DE LA PALABRA



      Es evidente que el cuento no se lee con los mismos ojos que la novela, supone un trabajo de atención absoluto y la menor distracción pone en peligro todo: el suceso y el efecto; es decir, la historia. El cuento además de conmovernos debe asombrarnos y para ello el buen cuentista tiene que convertir el acontecimiento en lenguaje. Este y no otro es el protagonista principal de Mientras nieva sobre el mar, la quinta obra del escritor leones, Pablo Andrés Escapa, una colección de catorce relatos, en los que la realidad se transforma por medio de “la emoción de la palabra”.
         El libro se abre y se cierra con dos narraciones marco (en realidad son la misma), de significativos títulos, “Robinsón” y “Naufrago”, esenciales para la comprensión global de la obra. En la primera, el narrador levanta un faro en mitad de un campo de trigo que se trasforma en mar -“los milagros no se explican. Como la rosa del poeta son sin porqué…”, se nos dirá-. Escapa construye su simbólico faro, que ilumina y da seguridad a su vida, y nos invita a subir por su particular escalera convertida en “librería espiral” a cuyo pie “zozobra en todo su desvarío La nave de los locos” y “en lo más airoso del faro, domina el mundo El ingenioso hidalgo Don Quijote”. Reconocidos sus referentes literarios fundamentales –Baroja y Cervantes-, en el extremo superior, conquistada ya la cima iluminada, nos muestra el proceloso mar de sus lecturas: “…recibo a Ulises y a Simbad, al príncipe Hamlet y a Gregorio Samsa, al teniente Drogo y a Shanti Andía…” De esta simbólica manera, nos anticipa que su obra es un homenaje a la literatura, pero en una última vuelta de tuerca, ese “naufrago” del título -premonitoriamente anunciado con temores infundados en el inicial- rompe su retiro “entregado al silencio de los libros” y trae consigo la oralidad de las fábulas anteriores, que el constructor del faro escucha mientras ve cómo nieva sobre el mar, convirtiendo de esta forma al conjunto en una suerte de cuento de cuentos, en una particular Mil y una noches.
         La nieve, el mar y un estilo impregnado de un hondo lirismo melancólico, tan propio de la Navidad -ese momento tan propicio para descubrir la maravilla y el milagro de lo cotidiano-, presente o insinuada en varios de sus relatos, salpimentados en numerosas ocasiones con un humor pleno de ironía compartida con el lector cómplice, son los hilos conductores de unos cuentos que hay que leer con la ilusión y el candor del niño protagonista de esa emotiva estampa familiar del titulado “Figuras”; con el asombro de los rapaces que viven la aventura sensorial e iniciática de adentrarse en el misterio de la cueva de ese relato de reminiscencias barojianas que es “Ojo de buey”; con el gozo henchido de vida del poeta homenajeado en “Pasos perdidos”; con la excitación de la audacia cometida y la tristeza del castigo impuesto al escolar que mira por la ventana de ese cuento digno de figurar entre los mejores del tema de infancia y colegio de los maestros Aldecoa, Medardo Fraile, Zunzunegui, etc.; con el embeleso del padre y el hijo que asisten al milagro de la natividad en el torguiano “Surcos”; con la tenaz bonhomía del cartero de “Memorias de una hoguera”, tendente a la mentira piadosa; con la brumosa memoria alcohólica de unos hechos recordados por un viajero que cena en soledad en “Pan de ángeles”; con la esperanza de la baronesa en la virginidad de su sobrina en “El Barón Büssenhausen”, animador de unicornios; con la sabiduría absurda de unos diálogos no menos absurdos de los personajes de “Circunstancias de los vasos comunicantes”; con la mirada piadosa y enamorada del forzudo del circo y el consuelo de vivir en ella de la enana protagonista del onírico “Levedad”.
         Escapa, como Borges, al que homenajea en el relato titulado Tarpanes, ejerce de bibliotecario en la Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid, y como hiciera el escritor argentino o su paisano Luis Mateo Díez –también archivero-bibliotecario-, se sirve de los hallazgos de su profesión para construir su propio mundo de ficción –mágico, legendario, surrealista, etc.-, como es el caso, por poner un ejemplo, del personaje, Diego Sarmiento de Acuña, gran bibliófilo y embajador de Felipe III, al que convierte en protagonista de su narración “La nieve de Londres”, en la que conjuga a la perfección lo real y lo imaginario, lo histórico y lo literario.
         Encontrar a un escritor como Pablo Andrés Escapa, que nos conmueva y nos regale unos cuentos tan concluidos y, sobre todo, tan bien escritos, con un estilo tan depurado, de honda elegancia descriptiva y teñido de esa fina ironía tan característica de las letras del noroeste peninsular, en las que una palabra, un inciso, un gesto, una sugerencia sutil se erigen en símbolos que desencadenan lecturas que remiten a mundos intuidos, es hoy una circunstancia especial y extraña, que nos lleva a brindar por esa mala salud de hierro del cuento español y nos invita a seguir con atención la obra de este interesante autor que, sin duda, nos deparará muchas más sorpresas creativas.

PABLO ANDRÉS ESCAPA, Mientras nieva sobre el mar, Madrid, Páginas de Espuma, 2014.


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