CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 29 de octubre de 2015

PRESENTACIÓN DE "FOTOGRAMAS. 14 CUENTOS DE CINE" EN LA CASA DEL LIBRO EN ZARAGOZA


EN LA CASA DEL LIBRO DE ZARAGOZA


Aquí subo unas foticos de la presentación de mi libro de relatos en Zaragoza. Quedó simpática y fue una tarde feliz de reencuentros y recuerdos entrañables. Gracias a todos por vuestra presencia y amistad. 

Feliz dedicando ejemplares, No se dio mal. Como se puede comprobar ya estamos en la 2ª edición.
Con mi compañera y amiga, Julia Duce, que ejerció de anfitriona y con el editor, Juan Ignacio Jiménez de Muñoz Moya Editores.
Con dos grandes amigas, antiguas compañeras de trabajo, Concha Salinas y Ana Alcolea, esta última en la actualidad en excedencia de la docencia y dedicada por entero a la escritura, 


Con Ignacio Escuín, Julia Duce y Agustín Sánchez Vidal. Un verdadero lujo de amigos





Julia con su pose más intelectual




viernes, 23 de octubre de 2015

ENTREVISTA EN LA CADENA SER: "FOTOGRAMAS.14 CUENTOS DE CINE" EN A VIVIR ARAGON CON MIGUEL MENA





El periodista de la cadena SER y escritor, Miguel Mena, tuvo la amabilidad de entrevistarme para su programa, "A vivir Aragón". Aquí os dejo un montaje con la entrevista y el posterior juego de la Toponimia Nimia, con sus colaboradores habituales, el Quesero de Trasmoz, Eva Cosculluela y Luis Alegre. Después subió un artículo al blog de la cadena
(http://cadenaser.com/emisora/2015/10/19/radio_zaragoza/1445274819_369239.html) que transcribo seguidamente.



Sesión doble, obsesión continua

Juan Villalba combina cinefilia y literatura en “Fotogramas. 14 cuentos de cine”

MIGUEL MENA ZARAGOZA 19/10/2015 - 19:13 CET

Los cines de barrio y de pueblo de los años 60 programaban siempre una sesión doble, dos películas en sesión continua. Nunca eran estrenos, algo que quedaba reservado para la Gran Vía madrileña o el zaragozano Paseo de la Independencia, pero eso importaba poco a unos espectadores que, como recordó Luis Alegre en el libro colectivo “La España de Viridiana”, llenaban las salas de todo el país porque, antes de la expansión televisiva, era el gran entretenimiento colectivo y los cines vivían un esplendor que nunca más han recuperado.
Juan Villalba, profesor y escritor turolense nacido en Sarrión en 1961, fue uno de esos niños que creció con las fantasías del cine de su pueblo, un poco al estilo del chaval de “Cinema Paradiso”, y sin duda ahí estuvo el germen de una pasión por la cinematografía que ahora ha volcado en su nuevo libro, “Fotogramas”, una recopilación de catorce relatos que él mismo ha subdividido en cortometrajes, mediometrajes y un largometraje final que lleva por título “Trufas”, las mismas que aparecen en la portada como joyas gastronómicas y que tan importantes son en la zona de la que procede el autor.
Cada relato es una historia original, independiente, pero en todos ellos se esconde una referencia, un detalle, un guiño relacionado con alguna película que el lector debe descubrir. Hay historias de todo tipo, del amor a la picaresca, de lo emocionante a lo divertido, con pinceladas de homenaje a Teruel, a Buñuel o incluso al propio abuelo del autor, Florentín Villalba, herido y prisionero en la olvidada guerra de África, que fue recibido como un héroe en su retorno a Sarrión y que inspira uno de los cuentos más emotivos de este libro que respira pasión por el cine y la literatura a partes iguales.

viernes, 2 de octubre de 2015

RESEÑA DE "CUANDO JUNTOS CAMINÁBAMOS", DE ELIFIO FELIZ DE VARGAS

CAMARADAS


Foto tomada del Diario de Teruel

   Con Cuando juntos caminábamos, la última novela de Elifio Feliz de Vargas, he disfrutado como turolense y como lector.
   Como turolense he recorrido las calles y plazas del centro histórico de la ciudad siguiendo los pasos de sus personajes, con ellos he recordado las tardes de domingo de juegos de mesa y ping-pong en la antigua sede de la OJE en el histórico edificio de la Casa de la Comunidad, otrora arrumbado y en la actualidad flamante Museo de la ciudad; he visitado el antiguo claustro, húmedo y oscuro, del Palacio Episcopal, y el nuevo ya reformado, cálido y luminoso; he vuelto a revivir mis primeros escarceos sexuales en la angosta discoteca Java; también, como le ocurriera a Proust, he rememorado recuerdos de la adolescencia y juventud al sucumbir al poder evocador del olor de las míticas sardinas asadas del ya desaparecido bar Plata y, como no, he vuelto a reivindicar la supervivencia del Colegio Universitario, hoy ya, afortunadamente, consolidado en coqueto campus.
         Como lector me ha entretenido el argumento de la novela, pero más si cabe me ha deleitado la indudable calidad literaria de un entramado narrativo de tan difícil ensamblaje como fácil lectura, cimentado sobre una sólida documentación que en modo alguno densifica su escritura, donde todo encaja con precisión absoluta.
         La mayoría de los apartados en que se divide podrían funcionar de forma autónoma como relatos, al tiempo que se complementan de manera perfecta para componer la historia principal, narrada con continuos saltos en el tiempo: un narrador omnisciente nos describe las incipientes relaciones de amistad de un grupo de muchachos que comparten aventuras e inquietudes en un campamento de la OJE en el verano de 1972 en Orihuela del Tremedal. Asistimos a la socialización adolescente, con sus luchas por el liderazgo y sus sumisiones, a las primeras amistades y traiciones, al despertar de la sexualidad, en suma, a toda una serie de acontecimientos que marcarán sus vidas , en este caso  y de manera especial la de José Antonio Toro, un protagonista de ambigua personalidad construida sobre extremadas convicciones políticas hasta el punto de deformar su visión del mundo, de la amistad, del amor e, incluso, de su misma orientación sexual, pero también la de su “camarada”, el tímido y solitario Roig, más conocido por todos como “Melindres”, ese amigo-víctima y verdugo con el que mantendrá una confusa relación el resto de su existencia.
         El narrador omnisciente alterna con las voces en primera persona de otros personajes que en algún momento tuvieron relación con él, perfilando desde sus respectivos puntos de vista su compleja psicología. De esta manera, con la pieza que cada uno aporta, se irá construyendo el puzle de la vida de Toro, pero también se esborazá la de ellos: el padre Nebot recorre las calles de Teruel y su historia desde los años cuarenta, pasando por los últimos estertores de la dictadura y las primeras elecciones democráticas, hasta llegar al comienzo del presente siglo. Se trata de una especie de Séneca de derechas, cuyo monólogo interior se sustancia en párrafos más o menos regulares que se cierran antes del punto y aparte con una palabra-resumen de lo dicho anteriormente, fantástica manera de caracterizarlo mediante el fluir de su conciencia, que va construyendo una especie de diccionario personal definitorio de su forma de pensar y de entender el mundo. Un inmigrante cubano, ingerencia externa en la vetusta capital de provincia, desencadenante de los hechos finales, perfectamente dibujado por medio del ritmo y de los rasgos diafásicos y diatópicos de su habla. El agente Chozas, Inma, Roig, el propio Toro… Todos personajes redondos, incluidos los secundarios de lujo –Jesús, el chofer estraperlista, Martín, Gallego, Rudolf, Maldonado y un largo etcétera- que evolucionan ante nuestros ojos y cambian como el paisaje urbano de la ciudad. Coetáneos míos y del autor, viven experiencias similares a las que pudimos vivir nosotros y en los mismos espacios, caso, por ejemplo, del surrealista apagón de luz de tres días de duración de octubre del setenta y nueve, todavía vivo en el inconsciente colectivo de los turolenses mayores de cuarenta años. De hecho, podríamos jugar a descubrir a posibles personas reales escondidas tras ellos, pero sería un trabajo poco productivo, lúdico tal vez, pero muy pobre en lo literario. Elifio sabe que un escritor al cerrar los ojos debe eliminar de su mente razones y sentimientos circunstanciales, debe sumergirse en el pasado para ir en busca de los orígenes, de los símbolos primeros, y es ahí donde encuentra a José Antonio Toro, que es uno y muchos, como anticipa su significativo nombre de pila y su no menos simbólico y racial apellido: la fuerza, el valor viril, la bravura, la fecundidad, todo puesto en duda; es España, esa piel de toro,  habitada por esos personajes de ideologías extremas, Toros de uno y otro signo que, invariablemente, en un eterno retorno, siempre terminan desollándola; pero es también Teruel, con su Torico, ese microcosmos social y político de España, donde la onda de los cambios siempre llega a sus orillas con retardo y es de baja intensidad. Es ese adolescente obnubilado por la figura del padre, que quiere ser militar como él, abrir una armería con él, pero termina regentando –y obsérvese de nuevo el perfecto e irónico juego simbólico y lingüístico- la mercería de su madre. Es ese joven obsesionado con mantener el régimen franquista que agoniza y lidera en Teruel el grupo de ultraderecha que se reúne en “La Reserva”, un local cuyo nombre y abandono físico simbolizan a la perfección el desmoronamiento de la misma ideología que cobijan sus decrépitas paredes: “Nos detuvimos frente a una puerta despintada. Sobre la mirilla se conservaba una imagen policromada del Sagrado Corazón de Jesús rodeada por los colores de la bandera nacional y la inscripción ‘Dios bendiga cada rincón de esta casa’.” Elifio hila todo esto con maestría y consigue que en el lector surja un recuerdo primordial, una visión, un olor evocador: la magdalena de Proust.
         La literatura constituye la verdadera Historia de los pueblos, en este caso la novela de Elifio, Cuando juntos caminábamos, es una aguda mirada crítica a los últimos años de la dictadura y primeros años de la democracia, una historia de “camaradería” mal entendida y de represión  sexual. Sean o no turolenses la disfrutarán sin ninguna  duda.
        

    Elifio Feliz de Vargas, Cuando juntos caminabamos, Madrid, Última Línea, 2015.