Calaceite,
la casa y las tertulias en los jardines colgantes de Donoso.
En
1971, José Donoso vivía en Sitges y quedó con su traductor al
francés de El obscuro pájaro de la noche,
Didier Coste, para revisar algunos aspectos de la traducción. Didier no residía
en Francia, sino en la localidad turolense de Calaceite, “un pueblo de dos mil
habitantes […] que es uno de los más bellos y no prostituidos de España”, como
lo describiría el propio Donoso después de conocerlo; un “pueblo de piedra,
teja y campanario. Una isla entre un mar de viñas y olivares”, como lo recordaría
años más tarde su hija, Pilar Donoso.
Este primer encuentro con la localidad
perduró también en la memoria de Mª Pilar Serrano, la mujer del escritor
chileno, por su intenso frío:
"Para navidades hace mucho
frío en Calaceite, el pueblecito del Bajo Aragón en España donde vivimos varios
años Pepe, mi marido, nuestra hija Pilarcita, nuestro perro
"Peregrine" y yo, amén de tres gatos que allí acogimos. Aquel año
1971 el cierzo (viento helado de la región) soplaba con particular encono. La
gente del pueblo, acostumbrada a pasar frío en sus antiquísimas casonas de
piedra, lo soportaba sin mayores comentarios, preparándose para celebrar las
fiestas de fin de año".
Donoso se enamoró de Calaceite, compró una
casa - en realidad, eran tres- por 600 dólares (“Era una casa bella –describe
su hija-, toda de piedra, con un living grande que tenía como originalidad dos
chimeneas y el cielo de bovedilla catalana; troncos a la vista, cada medio
metro, entre tronco y tronco, una pequeña bóveda de yeso y las paredes de
piedra descubierta. En el tercer piso estaba la ‘solana’, granero típico de las
casas de la región, con una vista incomparable hacia la sierra de los campos de
olivos”), plantó un jardín aterrazado –“los jardines colgantes de Donoso” los llamaron-
y se retiró con Pilar y con su hija a escribir y a vivir entre aquellas piedras
hasta 1975. Así, residió allí durante cuatro años, vividos con gran intensidad
creativa (él incluso está varios meses de 1976, terminando en soledad su novela
Casa de campo), mientras su hija
asistía a la escuela y su mujer se aburría mortalmente, traducía La letra escarlata y se debatía entre
los antidepresivos y el alcohol.
De hecho, en Calaceite, Donoso escribió
tres de sus libros: Historia personal del
boom, Tres novelitas burguesas y la mencionada Casa de campo, y también concluyó El jardín de al lado. El mismo escritor asume que fue allí también
donde se insipiró su único volumen de versos, Poemas de un novelista, si bien debió tomar distancia para
escribirlos.
Incluso años después de abandonar
Calaceite, Donoso sintió la necesidad de regresar, de reencontrarse con ese
hermoso paisaje:
“El camino más bello, en el día de
sol más bello de mi vida, mucho más bello que el campo de Aix y la Provenza, que acabo de
ver con la misma luz y con mucha menos emoción, pese a que entonces creí que se
trababa de la luz definitiva y de la emoción definitiva. Viaje maravilloso
desde Benisanet y Mora del Ebro por el campo, realmente me dejó con la boca
abierta, no lo recordaba así, con las eremitas verdes desde las viñas negras a
ras del suelo rojo, los almendros de verde, reciente, comestible. No creo que
vuelva a sentir la emoción de belleza que sentí esta tarde en el campo del Bajo
Aragón. Pienso en la emoción de Hemingway frente a este campo, que no debe
haber cambiado mucho desde el campo descrito por Hemingway.”
En el patio-jardín de su casa de Calaceite
se celebraron tertulias memorables. Así lo evoca, por ejemplo, Jorge Edwards en
un artículo publicado en El País el
18 de octubre de 2000:
"Pasaban los campesinos, las
viejas, los niños, sumidos en una indiferencia profunda, más allá de toda sorpresa,
mientras nosotros, como energúmenos, discutíamos de Henry James, de Proust, de
Dostoiesvski, de autores mucho más desconocidos y difíciles. No faltaba nunca
en las cercanías un traductor francés, un filósofo catalán que hubiera pasado
por la Escuela
de Francfort. Calaceite era un ombligo literario, un escenario medio sordo, un
punto de convergencia enigmático. Y en el patio nacieron también algunas de las
obras memorables de los autores, como el propio Donoso explica en una
entrevista dada a Juan Andrés Piña para la revista Hoy de junio de 1979: ‘La
chispa inicial de la novela Casa de Campo
vino una vez que yo estaba escribiendo unos guiones de cine para Antonioni...
Los hijos de Vargas Llosa jugaban en el patio con mi hija, que en ese tiempo
tenía unos siete años. Me acordé de aquello de 'los misteriosos juegos de los
primos con las primas a la hora de la siesta' y empezó a funcionar en mi cabeza
una fantasía con el tema de los niños. Me puse a trabajar en septiembre del 73
en el tema; el escrito fue tomando cuerpo y ya después me olvidé del guión de cine
para seguir con la novela’.”
Los críticos de la obra de Donoso han
señalado que en el centro de todos sus libros existe, como un espacio cerrado,
en ocasiones asfixiante, una casa –el palacete modernista de Coronación, el burdel de El lugar sin límites, la mansión de
Marulanda en Casa de campo, etc.-
Son, a decir del novelista, “las casas de que me evadí, eternamente, en todos
sus posibles avatares y con los disfraces de sus personajes que son ecos de las
personas de mi pasado, estoy condenado a crearlas y recrearlas en mis libros, a
crearlas y recrearlas en las casas de mi trashumancia.” Calaceite no sería una
excepción, tal vez, junto con la de su infancia, fuera una de las más
importantes.