CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

domingo, 22 de mayo de 2016

CHARLA PROYECCIÓN: EL QUIJOTE EN EL CINE. EN CLAVE CAI

El próximo jueves, día 26, a las 19'30 h., hablaremos de la inmortal obra de Cervantes en el salón de actos de la CAI y de los diferentes intentos de llevarla a la pantalla. Son más de cien las aproximaciones filmicas de la novela, desde intentos de abordar la ficción novelística con imagen real, pasando por el cine de animación o el documental, sin embargo, hasta la fecha no se puede hablar de una película definitiva sobre ella. Lo han intentado grandes cineastas como Orson Welles o Terry Gilliam, de los que trataremos y veremos fragmentos de sus trabajos, pero ninguno de los dos pudieron terminar sus respectivas y personalísimas versiones. 
Rastrearemos su huella desde el cine silente en las adaptaciones de Gaumont, Zecca, Emile Cohl o el catalán Narciso Cuyas, para continuar con los intentos del danés Lau Lauritzen, el alemán Wilhelm Pabst, el ruso Grigori Kozintsev, el mejicano Roberto Gabaldón o el estadounidense Arthur Hiller. Sin olvidar los intentos españoles de Rafael Gil y, como no, las aproximaciones del más cervantino y quijotesco de todos los directores españoles, Manuel Gutierrez Aragón, entre otros muchos. De la inmensa mayoría veremos imágenes y trataremos de resumir su forma de abordar filmicamente la multiforme y proteica novela.
También comentaremos siquiera brevemente los múltiples rostros que su figura a adoptado en la pantalla y la forma en que muchos de los actores que le dieron vida trataron de abordar su interpretación, desde el imponente bajo ruso Feodor Chaliapin o su compatriota el gran actor Nikolai Cherkasov, el francés Jean Rochefort, en la frustrado intento de Gilliam), el irlandes Peter O'Toole y los españoles Rafael Rivelles, Francisco Reiguera, Fernando Fernán Gómez, Fernando Rey y Juan Luis Galiardo. 



lunes, 9 de mayo de 2016

RESEÑA DE "EL TENEDOR DE LIBROS", DE JOSÉ LUIS MELERO RIVAS

Foto Heraldo de Aragón

         José Luis Melero es un apasionado de la vida, siente pasión por el Real Zaragoza, la jota, la escritura y los libros pero, sobre todo, es un apasionado de la amistad, sin duda su rasgo más sobresaliente que resume y explica todos los anteriores: sigue al Zaragoza para compartir buenos y malos momentos con sus amigos; colecciona libros para ponerlos a su disposición y escribe, como la inmensa mayoría de nosotros, para que lo quieran, pero también escribe por y gracias a ellos, en especial a su mejor amiga, su mujer que, como tantas otras, soporta y se esfuerza cada día en mantener viva la llama de sus pasiones.
        
El tenedor de libros (Xordica) es una selección de 123 artículos que ha publicado en el suplemento “Artes y Letras” del Heraldo. Se trata de una visita guiada por su envidiable biblioteca que, como en otros libros anteriores transita -rememorando el título de una magnífica novela de Ignacio Martínez de Pisón, el verdadero responsable de que dejara de ser el amigo ágrafo- por “carreteras secundarias” de la literatura, es el placer de viajar sin reloj, sin prisas, donde el viaje es un fin en sí mismo, saboreando con delectación las sabrosas anécdotas a las que ya nos tiene acostumbrados: de su mano disfrutamos de paisajes poco frecuentados, por ejemplo del dormitorio de Pérez Galdós o de la biblioteca de Hitler; escuchamos los chismes de Alfredo Marqueríe sobre el bueno de Antonio Machado, las curiosidades sobre los poetas de la Generación del 27 de ese otro gran coleccionista de amigos increíbles que fue Pepín Bello o los remordimientos de André Gide por haber rechazado el original de Marcel Prous, En busca del tiempo perdido; nos reconfortamos como letraheridos conociendo los pocos ejemplares que vendía de sus libros Ramón Gómez de la Serna o el propio Melero, que tiene la sana costumbre de reírse con y de sí mismo (“Una revista y un tonel” o “Firma de libros” son desopilantes ejemplos de ello); sabemos de la verdadera historia del paraguas de Azorín, de “bastones con pedigrí”, como el de Borges o que al entierro de Hartzenbusch asistieron poco más de una docena de personas; vivimos las muertes por “abstracción” –por “pensar en las musarañas”, en palabras del autor- de personalidades como Antonio Gaudí, Víctor Seix (el conductor del tranvía que lo atropelló, ¡pásmense!, se llamaba Adolf Hitler) o Pilar Bayona, entre otros o asistimos a las “bodas” de escritores con familiares de otros escritores, etc.
         También como otras veces, su escritura está salpicada de guiños, complicidades y homenajes a sus grandes amigos: Emilio Gastón, Javier Tomeo, Felix Romeo, José Antonio Labordeta, Chesus Bernal, Javier Cercas, José Luis Violeta, Jesús Marchamalo, Manuel Pinillos, etc. No cabe duda, podemos afirmar que El tenedor de libros es, entre otras muchas cosas, un compendio de grandes historias de amor y amistad.
         En algunos artículos esboza siguiendo la máxima gracianesca de que lo bueno, si breve, dos veces bueno, mini biografías esenciales de escritores con vidas apasionantes absolutamente olvidados: Ángel Samblancat, Rafael José de Crespo, Eduardo Marquina, Iván Nogales (mirobrigense autor del desternillante poemario intitulado Nueces eroticolíricas, heteroclitorizadas y efervescentes, 1921), José Mor de Fuentes, etc. Se trata pues de esa intrahistoria de la literatura que no figura en los manuales, poblada por escritores que trasiegan vinos en tascas de suburbio que hicieron de sus vidas su gran obra literaria, pero con ellos comparten páginas autores consagrados de la literatura universal como Juan Ramón Jiménez, García Márquez, Vargas Llosa, Joyce, César Vallejo y muchos otros. Acompañados también por decenas de los que se podrían considerar secundarios de lujo de la cultura española injustamente sepultados por la losa del tiempo, desde sagas de libreros como Miguel de Suelves, alias Zapila, los Vindel, Manuel Pérez de Guzmán, Juan Manuel Sánchez o el mismo Benedicto XIII, pasando por bibliófilos como  Ramón Miquel i Planas o Isidoro Fernández, curiosos filólogos y nefandos escritores como Julio Cejador y Frauca, dibujantes como José Cabrero, fotógrafos como Lucas Cepero, cocineros como Teodoro Bardají y un larguísimo etcétera de personajes bohemios, alucinados, desgarrados, raros, trágicos, curiosos o excéntricos, pero también personas -que no personajes- anónimos, gentes del común, próximos a su cotidianeidad, como oftalmólogos, sastres, vecinos de todo tipo y condición, etc., que hacen de El tenedor de libros por una lado una obra ilustrada llena de vidas y rica en anécdotas, con una atmósfera que los castizos dirían deja en la boca “sabor de época”, pero, por otro, en ella también bulle la vida y el tiempo presente; que nadie se engañe, Melero trata temas de actualidad (monarquía o república, independentismo catalán, etc.) y  no todo en él es complacencia, optimismo y diversión, cualquiera de sus artículos, el que quieran, como los buenos guiones de cine, tienen un punto de giro final, una vuelta de tuerca desconcertante, un “zasca” en la boca, una relación extrema inesperada entre hechos o circunstancias aparentemente inconexas que él sabe relacionar con su mucho saber y que vinculan lo que cuenta con el presente. Melero se moja, vaya si se moja, hay crítica expresa y compromiso (por sus amigos mata: “Negro Romeo”) y siempre profundidad de pensamiento (ahí es nada “Padres asesinos”), y es que José Luis no da puntada sin hilo, la virtud de su escritura radica en su capacidad de resumen, en condensar en una página sus conocimientos enciclopédicos de bibliófilo, no sólo coleccionista, sino lector, y exponerlo sin solemnidad alguna, con sencillez extrema, como si hablara en la barra del bar con los amigos, en zapatillas de estar por casa o por volver a los castizos, “a la pata la llana”. Es pues la suya una escritura esencial, densa como el iridio, propia del escritor que sabe del valor del tiempo y no se lo hace perder a nadie que se acerca a su escritura.
         El tenedor de libros no les defraudará, su autor es su mejor personaje, y por muy poco dinero podrán disfrutar de la biblioteca de un bibliófilo de toda la vida, es un destilado de libros, un concentrado vitaminado y supermineralizado de lecturas. Disfrutarán.
              El próximo sábado a las 13'15, dentro de la programación de FERIA DEL LIBRO DE TERUEL, en los jardines de San Pedro, presentaré este libro y nos acompañará su autor. Os esperamos. 

        

domingo, 8 de mayo de 2016

FERIA DEL LIBRO DE TERUEL 2016

"La Feria del Libro y el cómic de Teruel es el evento literario más importante de la provincia de Teruel. Durante 4 días La Glorieta se llenará de casetas de libreros, editores, autores y personalidades del mundo de las letras. Un fin de semana único para todos los públicos con una ambiciosa programación literaria que abarca presentaciones de libros, lecturas, actividades infantiles y juveniles, autores aragoneses, e incluso cenas literarias.
La feria cuenta con 23 puestos de venta y firma de libros, un espacio para actividades y otro para lectura y presentaciones ubicado en el Templete de La Glorieta. El horario de la misma es de 10:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 21 horas de jueves a sábado y de 10 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 el domingo." Para saber más han creado una web específica en la que se pueden consultar autores, programas, localización, eventos, etc. En fin, todo eso y mucho más en FERIA DEL LIBRO DE TERUEL.
Los organizadores han tenido la amabilidad de contar conmigo y quiero desde esta entrada agradecer sinceramente su deferencia y felicitarles sinceramente por su iniciativa, con la que demuestran un verdadero interés por la cultura y que el mundo del libro goza de una mala salud de hierro. 
Por un lado moderaré la presentación del libro de José Luis Melero, El tenedor de libros (editorial Xordica), que tendrá lugar en los jardines de San Pedro. Por otro, tendré el privilegio de volver a presentar en Teruel un año después de su publicación mi colección de relatos, Fotogramas. 14 cuentos de cine, que tendrá lugar el domingo a las 18 horas en la Glorieta. Es una buena oportunidad para pasear, hablar con los escritores y comprar o regalar algún libro. 
Después de más de un lustro de absoluta sequía, esta agua de mayo en forma de feria será todo un bálsamo para la cultura en general y la literatura en particular. Esperamos que sea todo un éxito. Os esperamos, no dejéis de acudir. Se quiera o no, Zaragoza se ha acordado de nosotros. Debemos responder. 


viernes, 6 de mayo de 2016

RESEÑA DE "NOVIENBRE", DE LUIS RODRÍGUEZ

Foto tomada de la web elperiodicomediterraneo.com




                          CRIMEN FERPECTO

         Novienvre, segunda novela del escritor Luis Rodríguez, fue publicada por KRK Ediciones en el 2013, tres años más tarde, Tropo Editores la recupera en su Colección Segundo asalto, en una clara apuesta por su autor, de quien en el año 2015 publicaron su tercer trabajo, La herida se mueve, una novela que hunde sus raíces en esta que hoy nos ocupa y cuya lectura se hace necesaria para comprender el mundo narrativo de su autor, concebido como work in progress, como obra en marcha.
         Novienvre es una autobiografía de corte impresionista cuyo universo inicial se construye sobre la memoria personal y colectiva del pueblo natal del escritor, para conforme avanza en el tiempo irse transformando en una aventura existencial y literaria muy personal.
         En el capítulo uno presenta sus recuerdos de infancia, un relato tan estéticamente delicado como doloroso narrado en presente, de manera que nos inmiscuye en la acción y nos convierte en un personaje más, obligándonos a abandonar nuestro placentero papel de observadores externos, para participar de las correrías del protagonista: fumamos con él, vamos a la escuela, hacemos novillos, sufrimos castigos, vivimos aventuras iniciáticas, tenemos nuestras primeras experiencias sexuales, nos aproximamos a la realidad de la muerte, etc. Pronto, el presente histórico se transforma en gnómico, los hechos narrados podrían haber ocurrido en cualquier tiempo y lugar a cualquier persona: la infancia de Luis Rodríguez bien podría ser la nuestra.
         Con un estilo directo y un lenguaje sencillo e impactante, con palabras como piedras de granizo, si se quiere un tanto amortiguadas por el agua del humor, pero en su mayor parte haciéndolas más contundentes por el peso de la ironía y del sarcasmo, Rodríguez nos apedrea sin contemplaciones con sus vivencias infantiles en un innominado pueblo cántabro, un mundo de violencia que marcará el resto de su vida.     
         En el segundo capítulo, con catorce años, marcha a Calatayud a estudiar Banca y luego a Madrid para trabajar en el departamento de Personal de un banco. La infancia da paso a la adolescencia y el niño inocente –o no tan inocente- se transforma en un pícaro joven que aguza el ingenio para sobrevivir.
         El capítulo tres, como indica Ricardo Menéndez Salmón en su excelente prólogo, es “una de las más inteligentes elipsis con las que recuerdo haber tropezado en mi vida como lector…” Cierto, el primate Luis Rodríguez lanza el hueso de sus lecturas hacia el cielo y en menos de seis páginas condensa en un itinerario esencial toda una vida de lector. Convertido de esta forma en astronauta, tripula su nave espacial Novienvre por el universo de la literatura sin atracción gravitacional alguna. A partir del capítulo cuatro, y en especial en el cinco y el seis, abandona la gravedad del relato de la patria perdida de la infancia y de la picaresca de la primera juventud, para transitar en completa libertad por los paisajes metafísicos de un escritor que dispara rectas surrealistas y oníricas en todas direcciones, que se escapa de la realidad de la literatura tradicional y habita por completo en la ficción literaria. La narración no llega al nonsense, pero sí trabaja en crescendo en la desarticulación del sentido, alejándose de la experimentación razonada y de la linealidad, para aproximarse, poco a poco, cada vez más, a un tiempo mental alucinado.
         En esta novela tan breve y sugerente como intensa y divertida, Luis Rodríguez nos describe cómo percibe el mundo y nos manifiesta que, en esencia, la vida se fundamenta en estupideces incomprensibles: no tenemos escapatoria, la vida es un error o una errata, un novienvre perpetuo, un crimen ferpecto, un perfecto absurdo, como la muerte del padre del protagonista o como la suya propia.
         Poco importa si se elige una forma de narrar clásica o vanguardista, Luis Rodríguez y nosotros con él acabamos extraviándonos en los laberintos de su cabeza o vagando en el éter de la existencia a lo American Beauty, buscando la luz del tránsito definitivo, sin que esa pérdida obedezca a un motivo concreto, todos pertenecemos a esa estirpe de individuos enajenados, de naturaleza cambiante y voluntad sometida a extraños designios: somos trastornados personajes de Samuel Beckett; seres de Paul Auster que ya no saben quiénes son o cuál es su cometido, tipos que se mueven por el mundo y que hacen lo que hacen sin estar seguros de por qué lo hacen; "hombres sin atributos”. En definitiva, sujetos que buscan respuestas y tratan de resolver ese enigma que es la identidad, de atrapar la realidad como algo fijo y estable, pero que saben que están abocados al fracaso, al fin y al cabo, la única perspectiva absoluta de las cosas es, paradójicamente, la que ofrece la muerte.
         La irrupción de lo múltiple e indeterminado, el pensamiento que rechaza el sistema, los centros, lo acabado, esa  es la escritura de Luis Rodríguez, una escritura que se escurre, se hace inasible a cualquier pretensión clasificatoria y cuestiona las verdades inmutables, las totalidades firmes y los viejos dogmatismos. Todo texto bajo esta perspectiva es algo parcial que nunca se completa, que continúa en el siguiente. Habrá que leer La herida se mueve.


LUIS RODRÍGUEZ, Novienvre, Huesca, Tropo Editores, 2016.

miércoles, 4 de mayo de 2016

NICANOR VILLALTA PELICULERO (I)



De Nicanor Villalta se ha dicho que en él se encarnan muchos de los tópicos que se nos atribuyen a los aragoneses: tesón, capacidad de sufrimiento y decisión frente a la adversidad; es cierto, su poca estética figura, su altura y desgarbo (se le llegó a denominar “el tubo de la risa”, incluso el propio Hemingway, con toda su admiración, que fue mucha, hasta el punto de bautizar a su hijo con el nombre de Nicanor, en un deseo expresado de que siguiera los pasos de su ídolo, lo calificó de “el valeroso poste de telégrafos aragonés”), le obligaban cada vez que toreaba a “transformarse”, a actuar, a conseguir que su arte prevaleciera sobre su figura o el conjunto poco armónico que formaba con el toro, debía siempre, en una representación continua, torear para el público, encantarlo en una actuación constante, digna de una actor consumado, y maravillarlo con la magia de su toreo para hacerle olvidar su estética disforme.

         Cierto, Villalta era un actor consumado, lo demostraba cada tarde en los ruedos, pero también lo fue para la gran pantalla, su físico, como hemos anticipado, jugaba en su contra, pero lo compensó, como en el toreo, con valor, arrojo e inteligencia. Su biografía, plagada de lances novelescos, daría para una buena película, pero en esta serie de entregas tan sólo la esbozaremos, pues nuestro objetivo es su faceta, poco conocida y menos aún estudiada, de actor, y me atrevería a decir también que de guionista y productor, como vamos a intentar demostrar.