CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

domingo, 25 de marzo de 2018

RESEÑA DE "MASATS. BUÑUEL EN VIRIDIANA"

RETRATO DE LA SOLEDAD CREATIVA O EL ARTE DE HACERSE INVISIBLE


Primero fue la exposición Masats. Buñuel en Viridiana, en el museo Pablo Serrano de Zaragoza, luego llegó el libro homónimo, una coedición de Prensas Universitarias, el Gobierno de Aragón, el Centro Buñuel Calanda y la Universidad Oberta de Calalunya. En cierto modo se puede considerar el catálogo de la misma, pero al mismo tiempo es una monografía con la que se inicia la Colección Luis Buñuel. Cine y vanguardias.
Toda buena fotografía esconde pequeñas píldoras de información en su presentación y supone un reto, un esfuerzo añadido al espectador para vislumbrar, para tratar de ver más allá de la literalidad de lo representado, en este caso, como las cebollas, tienen distintas capas, para al final formar un todo único, un caleidoscopio que refleja en imágenes el complejo mundo interior creativo de Buñuel a la hora de encarar un proyecto cinematográfico. Aquí es donde acuden en nuestra ayuda los textos de Antonio Ansón, Amparo Martínez y Agustín Sánchez Vidal, incluidos en la publicación a modo de muletas con las que ayudar al profano a caminar de la mano de Masats por el rodaje de una de sus películas más emblemáticas.

El texto de Antonio Ansón, “Masats o el fotógrafo invisible”, nos  explica cómo, con la ayuda de los hermanos Saura, el en esos momentos incipiente fotógrafo catalán se coló en el rodaje de Viridiana y se hizo invisible para hacer el retrato de la soledad del creador “absorto, ausente del resto del mundo, dentro de su trabajo. A solas.” Viridiana es la excusa, la soledad de Buñuel el motivo. Luego nos resume la trayectoria vital y profesional de Masats, destacando su importancia en la fotografía documental española de finales de los cincuenta y  principios de los sesenta.

Por su parte, Amparo Martínez, en “La seducción de la libertad. Buñuel en Viridiana”, nos expone con claridad el maquiavélico plan urdido para burlar la férrea censura, consistente en trabajar dos guiones técnicos, uno, el que le entregó a modo de cebo para esquivar sus exigencias y, otro, el que de verdad rodó, una auténtica bomba de relojería con nombre de beata.
Amparo concluye su revelador artículo descubriendo la clave última de la libertad creativa de Buñuel y nos las da en forma de respuesta del realizador a su colega de profesión, Nicholas Ray, quien durante el transcurso de una cena le preguntó por el secreto de su absoluta independencia dentro de una industria con tantas ataduras y supeditaciones, a lo que el aragonés respondió para su desconcierto: “Pido menos de 50.000 dólares por película”.
Cierra estas guías esenciales el trabajo de Agustín Sánchez Vidal, “El sexo de la cámara”, en el que el especialista en Buñuel se formula una serie de preguntas sobre el film (por qué ha resistido tan bien el paso del tiempo cuando incluso desde la escritura del guion fue tachada de anticuada; cuál fue la causa de la diferencia de trato y recepción con la coetánea de Berlanga, Plácido, no menos crítica con la caridad cristiana y, por último, por qué no gustó tampoco a ciertos sectores de la izquierda), sus respuestas nos revelarán algunas de las claves fundamentales para comprender su universo fílmico.


El libro, bien editado, pero sin lujos ni alardes, se cierra con las fotografías de la colección agrupadas en cinco momentos del rodaje que nos muestran las diferentes actitudes y estados de ánimo del director al dar los últimos retoques al guion, interactuando con el equipo técnico, ante la cámara y trabajando en exteriores e interiores. Masats se nos muestra como un cazador de imágenes natural e innato, en ellas destaca sobremanera la ausencia de lo superfluo, su sencillez, la eliminación de todo aquello que turbe o impida la redondez del mensaje, definiendo con sobria perfección el contexto, su “ahora” y “aquí”, pero siempre insinuando algo más, sugiriendo otras posibles lecturas, sembrando en el espectador la semilla de la reflexión. Podríamos afirmar que su concepto fotográfico es austero, similar en cierto modo a la forma de rodar de Buñuel, tendente siempre a simplificar y a economizar costes.
Masats. Buñuel en Viridiana nos presenta a dos genios trabajando en sus respectivas artes frente a frente y nos ayuda a entenderlos un poco mejor.

Antonio Ansón y Amparo Martínez Herranz (eds.), Masats. Buñuel en Viridiana, Zaragoza, Prensas Universitarias, Gobierno Aragón, Universidad Oberta de Catalunya, 2017.


martes, 20 de marzo de 2018

RESEÑA DE "A CIELO ABIERTO", DE ANTONIO ITURBE



UNA NOVELA DE ALTOS VUELOS


Antes de iniciar su lectura, lo primero que llama la atención de A cielo abierto es la paradoja que se establece entre su extensión -624 páginas- y el Premio del que resultó ganadora el pasado 2017, el de Novela Breve de Seix Barral. Pero que nadie se asuste, desde su primera línea, la narración despega, cobra altura y vuela con fluidez por el cielo de la literatura gracias a la ligereza de su estructura: una historia clara y sencilla expuesta mediante pequeños capítulos; a la propulsión de un potente motor de acción continua llena de aventuras y lances de todo tipo (tormentas, accidentes, supervivencias al límite de la resistencia, rescates, secuestros, amores y desamores, sexo, etc.); a la lograda aerodinámica de su prosa armónica, plagada de brillantes metáforas, frases rotundas y diálogos creíbles; y a una tripulación compuesta por tan heroicos como atractivos personajes, si se quiere un tanto arquetípicos, pero siempre reales -y tan reales-, como que han sido tomados de la vida misma: Saint-Exupéry y sus amigos y camaradas Jean Mermoz y Henri Guillaumet.

El escritor zaragozano Antonio Iturbe narra en A cielo abierto la vocación irracional -casi suicida- de estos pioneros de la aviación comercial surgidos en primera instancia de la militar de la Primera Guerra Mundial, y retrata la épica de esa edad de oro de la aeronáutica que va desde los años veinte del pasado siglo a los cuarenta (concretamente hasta 1944, fecha de la desaparición durante una misión aérea del escritor), plagada de incidentes heroicos en sus vuelos y humanos en sus pasos por la tierra (de alguna manera los protagonistas son poetas del aire que naufragan en la prosa de la vida). Se trata de un canto a la amistad, a la pasión por volar y al goce de vivir y amar intensamente en cualquiera de sus formas.

Para Iturbe la narración sigue contando y en A cielo abierto mezcla el relato de aventuras, las historias de amor y sexo y ciertos componentes de novela psicológica que enriquecen el ritmo continuo de la acción con reflexiones profundas de pensamiento sobre el sentido del deber, el valor, etc., y la exploración de sentimientos como la soledad, el compañerismo, etc. Todo ello narrado con estudiada técnica cinematográfica, para que el lector vea más que lea y vuele con sus protagonistas por medio mundo, pero también se abisme al precipicio de la naturaleza humana, en este caso fundamentalmente de la atractiva personalidad del autor de El Principito.

Antes de despegar, volar siempre es un reto y se imponen los miedos, pero no teman, cojan la nave de Iturbe y pónganse en sus manos, relájense, siéntanse cómodos, respiren hondo y… a volar A cielo abierto. Sin duda disfrutaran de la experiencia. 

Antonio Iturbe, A cielo abierto, Seix Barral, 2017.

RESEÑA PUBLICADA EN EL SUPLEMENTO DEL DIARIO DE TERUEL, ESPEJO DE TINTA




miércoles, 7 de marzo de 2018

DE  BUHOS DE ESCAYOLA, MUÑECAS RUSAS Y HACEDORES DE TERRORISTAS O LA MIRADA DE LOS PECES

        


En cuanto a la forma, la escritura en primera persona de La mirada de los peces parece anticipar unas memorias parciales del autor que abarcan desde su recién estrenada adolescencia en 1993 hasta la conclusión del libro en 2017, en cuyo interior, a modo de disparadero narrativo, se esboza fragmentariamente la biografía de su antiguo profesor de filosofía en el instituto, Antonio Aramayona. No, demasiado sencillo, la reconstrucción autobiográfica fluye por el cauce sinuoso de los meandros de la memoria y deriva hacia la autoficción, el reportaje y la crónica generacional ¿Es pues una novela? Podría leerse como tal, pero en puridad tampoco lo es.


Y en cuanto al tema, ¿es La mirada de los peces un homenaje a ese “carismático maestro, defensor a ultranza de la educación pública, el laicismo y el derecho a una muerte digna”,que se suicidó en julio de 2016, en un último acto de coherencia vital? De hagiografía, como parece anticipar la cita de la contraportada, nada de nada, si acaso una pizca de homenaje, cuarto y mitad de admiración, un algo más de gratitud y un mucho de recuerdo reconocido.


Tal vez La mirada de los peces sea un ajuste de cuentas con el barrio de San José o el de las Delicias, o con la misma ciudad de Zaragoza -su ciudad- “ventosa, arisca, halitósica, cuartelera, asmática y grasienta”, pero que Jon Sistiaga, en su documentaldedicado a Antonio titulado Tabú –también presente en la narración-, retrató “bella” y que este eligió como un “lugar cálido y grato donde tumbarse a morir.” No, tampoco. Aquel barrio es como cualquiera de nuestros barrios de adolescencia, como el de la serie de Cuéntame, con sus descampados, sueños, primeros amores, etc.






Será quizá La mirada de los peces un ajuste de cuentas consigo mismo, con ese Sergio del Molino que negó a su maestro como lo hiciera San Pedro con el suyo. O puede que el ajuste de cuentas sea con su profesor, ese Groucho Marx camuflado tras su seriedad y sus gafas, provocador, dialéctico, dilemático, paradójico e irónico, gran hacedor de terroristas. No, en modo alguno. ¿Un libro sobre la muerte? Algo hay ¿Un legado escrito para su hijo Daniel? Podría ser.

¿Qué es entonces La mirada de los peces? Es inquietud, duda, perpetuo conflicto y paradoja: la vida misma que nunca está “en los blancos ni en los negros, sino en la maraña inmensa de grises donde todos somos culpables e inocentes a la vez.” Es ese universo Aramayona poblado de búhos de escayola y muñecas rusas, adornos vacíos en su escritorio y símbolos en la novela de esos alumnos que asistieron a sus clases, en esa etapa decisiva de la adolescencia en la que cada cual busca su lugar en el mundo y anhela que los padres o profesores siembren en su interior inquietudes vitales, aunque sea la de ser terroristas, como explicaba su particular Pygmalión filósofo suicida.

La mirada de los peces es un título/imagen que resume ese sentimiento omnipresente en toda la obra mezcla de abulia existencial y orfandad tan común en los adolescentes, unido a la imperiosa necesidad de tener referentes personales.

La mirada de los peces es literatura en estado puro: una estructura meditada y compleja, que ensambla recuerdos, reflexiones, conversaciones… Una mirada que construye el relato al tiempo que lo dota de sentido conforme se avanza en su lectura;es ritmo, tensión y honestidad narrativa… Pero, sobre todo, La mirada de los peces es lenguaje, prosa forjada en la fragua de los elegidos a base de sensibilidad, exactitud, humor, crudeza y ternura.
 
RESEÑA PUBLICADA EN EL DIARIO DE TERUEL


Sergio del Molino, La mirada de los peces, RandomHouse, 2017.

viernes, 2 de marzo de 2018

TRAS LA HUELLA DE LOS AMANTES EN LA LITERATURA (IV)

TEATRO (I)

El dramático es el género en el que la historia de los Amantes de Teruel alcanza sus máximas cotas de popularidad. Desde la primera tragedia renacentista, respetuosa con las reglas clásicas, escrita por Rey de Artieda en 1581, hasta su reciente presencia en el drama especular contemporáneo de Ramón Caudet, La calle al final del mundo, estrenada a finales del año 2016 en Miami, han trascurrido más de cuatro siglos en los que el teatro los ha tenido como argumento, siempre atendiendo a los diferentes gustos y corrientes de cada época. Cuentan pues con dos obras construidas según la exitosa fórmula lopiana (Tirso de Molina, 1615 y Pérez de Montalbán, 1630), una comedia burlesca representada en Palacio (Suárez de Deza, 1663), dos melólogos de finales del siglo XVIII (Nifo, 1791 y Comella, 1794), una tragedia neoclásica anónima de 1800, una de las cumbres del drama romántico (Hartzenbusch, 1837), con sus correspondientes imitaciones en España y adaptaciones en Alemania (Adolf Seubert) o Gran Bretaña (Anita George), dos operas decimonónicas, la de Rosario Zapater (1865) y Bretón (1889), con sus respectivas derivaciones en dramas líricos con música y multitud de parodias burlescas a lo largo de todo el siglo XIX (Los amantes de Chinchón, 1848; Estrupicios del amor, 1849; Los novios de Teruel, 1867) y principios del XX, siglo en el que tiene lugar en 1955 una magna representación en escenarios reales escrita por Federico Muelas, Clemente Pamplona y José María Belloch, claro precedente de las cada día más exitosas y populares fiestas teatrales que convierten a toda la ciudad de Teruel en un gran escenario para la Partida de Diego, en octubre, y las Bodas de Isabel, en febrero, con guiones para los diferentes momentos del escritor Santiago Gascón. Ya en el siglo actual, nos encontramos con la citada obra de Caudet y un drama lírico del músico turolense ganador de un Emmy, un Ariel, nominado a los Oscar y los Goyas, entre otros muchos reconocimientos internacionales, Javier Navarrete, especialmente compuesto para la sonoridad de la iglesia de San Pedro, donde se desarrolló el final de la tragedia.